El presidente de la República le debe parte del éxito de su carrera política al popular líder de la izquierda mexicana. En el año 2006, cuando López Obrador decidió no aceptar los resultados oficiales de las elecciones presidenciales, Felipe Calderón asumió el cargo en un contexto de incertidumbre y fragilidad institucional. El PRI, el tercer lugar de aquellos comicios, se presentó como un factor de estabilidad frente al nuevo gobierno. AMLO dejó aislado al presidente Calderón. El PRI y sus caciques locales quedaron como los ganones de aquella polarización. En ese contexto, el entonces gobernador del Estado de México empezó a pavimentar su camino hacia Los Pinos. Ahora, Enrique Peña Nieto le devuelve el favor al Peje. La ineptocracia y los escándalos de corrupción del Presidente y su gabinete han revitalizado las aspiraciones políticas de Andrés Manuel López Obrador. El cuartel de campaña de AMLO para el 2018 opera eficientemente desde Los Pinos.

Esta secuencia de apoyos mutuos no es la única coincidencia entre ambos personajes. Los dos son maestros en el oficio del autosabotaje. En su primer intento por ganar la Presidencia, AMLO llevaba una ventaja de dos dígitos en las encuestas. Con estridencia y arrogancia, López Obrador cometió el peor error que puede cometer un candidato: con dichos y hechos se transformó en la caricatura que pintaron sus críticos.

Hace un año, Enrique Peña Nieto era el líder reformador más exitoso en la historia moderna de México. Un Presidente pragmático, arquitecto de puentes y ágil para reaccionar ante los problemas que cotidianamente estallaban en su escritorio. Con yerros y escándalos, Enrique Peña Nieto también acabó convertido en caricatura de sí mismo: un tipo tolerante a la corrupción y la mediocridad, incapaz de recomponer a su gabinete y enderezar el timón de su mandato.

La coincidencia más peligrosa entre Peña y El Peje se consumó esta semana. Hace unos años, AMLO amenazó con enviar al diablo a las instituciones. Al suspender indefinidamente las evaluaciones magisteriales, Enrique Peña Nieto se encargó de cumplir en los hechos las amenazas de López Obrador. Defender la continuidad de las evaluaciones magisteriales es defender el Estado de Derecho.

La controversia generada por el anuncio de la SEP siembra una semilla de dudas sobre la solidez de nuestras instituciones y la continuidad del resto de las reformas estructurales. El éxito de los cambios en telecomunicaciones y competencia económica dependen de la fortaleza de los órganos autónomos encargados de encabezar las reformas. El boletín de la SEP devastó la autonomía del Instituto Nacional de Evaluación Educativa. Bajo la luz de esta experiencia, ¿qué suerte le espera al Banco de México, al Ifetel, a la Cofece o al INEGI? ¿Tiene alguna esperanza el sistema nacional anticorrupción ante un Ejecutivo que no reconoce los límites que impone la Constitución? La CNTE le ha dado un enorme ejemplo pedagógico al resto de los intereses afectados por las reformas. Con dinero, concesiones políticas y una infinita obsecuencia ante sus métodos de extorsión y violencia, el fortalecimiento de la CNTE es la reforma sexenal con resultados más evidentes.

El éxito de la reforma energética depende de la certidumbre que tengan los inversionistas y las empresas para venir a México. La arquitectura de esa confianza depende del cumplimiento de la ley por las autoridades y los particulares. Peña Nieto fundó un nuevo orden jurídico donde un boletín de prensa tiene mayor jerarquía que la Constitución de la República. Un gobierno que no respeta el Estado de Derecho es un peligro para México. El Presidente y la SEP aún tienen oportunidad de rectificar un error monumental.

@jepardinas

Fuente: Reforma