Hace algunas semanas  se presentó en la Ciudad de México el Índice de Paz México (IPM). Este trabajo lo realizó el Institute for Economic and Peace, cuyo enfoque y actividades están centrados en la medición y en la construcción de entornos de paz. El Instituto realiza un Índice de Paz Global que publica anualmente desde 2007 y ha elaborado estudios para naciones en lo particular. El de México es el más reciente. El reporte presenta información conocida para nosotros y otra que no lo es tanto. Y sobre esta segunda  me gustaría ahondar porque invita a un cambio de perspectiva sobre el momento particular por el que atravesamos.

El estudio ofrece dos perspectivas sobre la paz. Una negativa que la define como la ausencia de violencia o miedo a la violencia; otra positiva que mide la paz de acuerdo con ciertas condiciones más estructurales como la educación, al buen funcionamiento del gobierno, la plena vigencia de derechos,  la distribución del ingreso; en fin variables relacionadas con entornos armónicos propicios para el ejercicio de libertades y la construcción de sociedades pacíficas. En el estudio se analiza al país desde estas dos perspectivas.

Sobre la primera, el estudio arroja importantes hallazgos, pero ninguno desconocido para nosotros. En los últimos años, reporta el IPM, el país ha sufrido un deterioro dramático en sus indicadores de violencia (y por tanto de paz) con respecto a otras naciones incluidas en su análisis global. A partir de 2011 y particularmente en 2012, este deterioro se detiene y comienza a revertirse, aunque todavía no se puede afirmar que hay un cambio de tendencia. Por lo que toca a mediciones de nuestro sistema de seguridad y justicia, los datos del informe constatan lo conocido: baja capacidad de nuestro sistema de justicia para investigar y sancionar homicidios, altísima desconfianza en policías, muy bajos niveles de denuncia, en fin, un retrato de la baja calidad de nuestra justicia y las endebles capacidades del Estado mexicano para lidiar con un fenómeno que nos desborda.

Desde la perspectiva positiva de la paz, el estudio es provocador. En principio porque presenta un desfase entre nuestras capacidades nacionales  y los niveles de violencia que se registran. Esto es, la violencia que experimenta el país no corresponde con su nivel de desarrollo. El estudio encuentra que el Estado mexicano es eficaz en algunas materias, que nuestros niveles de capital humano son superiores a los de otros países que hoy experimentan conflicto, lo mismo que el entorno regulatorio y el ambiente para los negocios. Deberíamos por tanto registrar mayores calificaciones en la escala de paz. Por ello concluye que México, como ningún otro país, tiene la capacidad de superar su crisis.

Para entender este desfase, me parece, hay que considerar en primer término la violencia asociada al tráfico de drogas. Si el país tuviera otra geografía y otras colindancias, es posible que sus niveles de violencia estuvieran mejor correlacionados con variables de desarrollo tal como se expone en el estudio. Esto, sin embargo, no nos convertiría en un país pacífico del todo. El otro tema relevante que se deriva de la información que se presenta en el estudio, es el desarrollo desigual de capacidades en el Estado mexicano. Es clarísimo que el gobierno mexicano ha desarrollado capacidad de ejecución en algunos ámbitos, pero en otros está tan atrasado como países en franco subdesarrollo. Todos los indicadores en materia de justicia y seguridad retratan un problema de magnitud monumental.

Siendo así la pregunta es por qué no hemos logrado plantear una agenda de transformación institucional ahí donde el Estado mexicano es más débil: en sus policías, en sus procuradurías, en los tribunales y las prisiones. Incluso en esta administración que se ha propuesto una agenda tan ambiciosa, sobresale el sesgo hacia ciertos temas y el descuido de estos otros que son tan fundamentales.

Coincido con la perspectiva del estudio: México tiene la capacidad de superar la situación actual de violencia y criminalidad. Pero no lo hará mientras no ponga en el centro de sus prioridades al Estado de derecho y a las instituciones que le dan soporte y vigencia.

El Índice de Paz México es un buen retrato del país, tanto como indicadores y su cuantificación lo permiten. El estudio tiene como eje la paz y todos aquellos factores que la hacen posible. Es muy claro por lo que ahí se presenta donde están los puntos de quiebre que nos permitirán o no ser un país próspero y de paz. ¿Será esto evidente para quienes nos gobiernan?

Fuente: Excélsior