Escribo estas líneas tras concluir un foro organizado por el Mexico Institute del Wilson Center, el Baker Institute y México Evalúa, para hablar sobre la reforma eléctrica. Sin entrar en detalles puedo decir que la reforma planteada por el presiente está hecha para intentar salvar a la empresa estatal, no para impulsar el desarrollo del país en el curso de las siguientes décadas. El problema es que la reforma debilita al mercado y a la inversión privada en el sector, lo que dejaría al país con una empresa incapaz de proveer lo que el mercado ha generado: electricidad a menores costos y proveniente de fuentes más limpias. Estos dos factores son clave para nuestro futuro, pero también para el mundo en que vivimos ahora mismo. Si se aprueba la reforma en sus términos, mantendríamos viva a la empresa (porque no tendría siquiera la obligación de ser rentable), pero a costa del progreso del país.

Dicho esto, pienso que debemos buscar los caminos para darle viabilidad a la CFE. Por varias razones. Primero, para hacer políticamente viable el futuro energético del país. No creo que las teorías de Darwin deban tomarse a rajatabla en el contexto mexicano. En nuestro imaginario, Iberdrola no puede comerse a la CFE. Porque Iberdrola tiene mal nombre (justificado o no, no lo sé) y la CFE está ligada a nuestra construcción histórica de soberanía, así sea una empresa que hoy destruye valor.

A mis amigos que generan evidencia en este debate, los reto a que hagan una argumentación convincente sobre el tema, en términos llanos. Su evidencia técnica es preciosa. En el foro al que hago referencia, mi colega Ana Lilia Moreno y otros presentaron cómo ha evolucionado la generación de energía a partir de que el mercado opera como tal. Esa evolución es lo que, justamente, se quería lograr con la reforma de 2013. Sí, de un concepto se ha desarrollado una realidad, un mercado diseñado. Es un mecanismo precioso –refraseo a mi colega– y es real. Pero hay un elefante en la habitación del que debemos hacernos cargo: la CFE, que tiene un papel todavía importantísimo en el sector, mismo que se podría apuntalar.

La reforma eléctrica de 2013 es bastante compleja. Creo que está bien conceptualizada, por lo que escucho de mis colegas que le saben más. La transición/implementación de dicha reforma está todavía en curso, y no debemos descartarla antes de que se establezca plenamente. Pienso que sus virtudes todavía se pueden potenciar más. La más importante, reitero, es que establece condiciones para que actores privados participen en el sector bajo reglas y reguladores que procuran el equilibrio. La inversión privada es necesaria para poder hacer crecer al sector al ritmo de la economía (hoy detenida, por cierto), pero también para poner por delante inversiones que permitan la reconversión a energías limpias. La CFE no pudo porque en el pasado no existió espacio fiscal para ello ni tampoco existe hoy, a menos que estemos dispuestos a hacer enormes sacrificios a favor de ello.

La credibilidad que aportan las reglas parejas, claras y permanentes es lo que puede atraer inversión al sector y la reforma de 2013 las creó. Inversionistas de distintos orígenes invirtieron dando por hecho la estabilidad de las reglas del juego. Hoy todo está en la licuadora de la incertidumbre. Se plantea una reforma constitucional que da facultades extraordinarias a la CFE en todos los campos. La CFE sustituye al mercado. Y la cancha pareja se desnivela con una pendiente muy marcada.

Se busca la sobrevivencia de la CFE a toda costa. Pero la vía que busca el gobierno es costosísima e inviable. De hecho, creo que la discusión no debería girar en torno al sector eléctrico y su mercado, sino centrarse en la CFE, la empresa productiva del Estado que debe conservarse como tal, no como paraestatal, y buscar el mejor plan de negocios para ella en los siguientes años. Lo que busca la figura de empresa productiva es hacerla competitiva, rentable y capaz de generar valor. Estoy segura de que si buscáramos a las mejores mentes para los negocios, se encontraría un esquema de viabilidad para la CFE. Un plan de negocios, un plan financiero, mecanismos de gobernanza corporativa robustos, con los mejores operadores. Sólo de escribirlo pienso en quiénes podrían conformar este equipo. Aquí puede estar el nudo de nuestra conversación. La CFE actúa como un animal que va a ser cazado, por eso lo pide todo. Y lo que debemos darle son los instrumentos para que funcione bien, lo mejor posible, en el nuevo modelo de mercado en el que opera.

Debemos redireccionar nuestra discusión hacia estos factores: buenos, inmejorables reguladores, y una empresa productiva que no sea un lastre, sino el pivote del sector. Se puede. Para que Darwin le dé su lugar en la historia de la evolución.

Una adenda breve

Con la resolución de la Corte sobre la reforma de 2021 a Ley de la Industria Eléctrica, nos hemos instalado de nuevo en el mundo del “no es bueno ni malo, sino todo lo contrario”. O en palabras del ‘profe’ Roldán Xopa, la reforma es inconstitucional, pero no se declara la invalidez general. Gracias ministros (saben a quiénes me refiero), ¡hicieron una hazaña!

Fuente: El Financiero