El problema de los libros de texto gratuito, lamentablemente, no se reduce defectos aislados como erratas, hipertrofia de los temas sexuales o a una perversa intención de imponer a todos los alumnos una doctrina determinada.

No, el problema es más grave: es educativo. El gobierno federal intenta imponer una educación aberrante cuyo espíritu es anti-moderno y anti-democrático que tendrá consecuencias desastrosas y que acarreará, entre otras cosas, un derrumbe catastrófico en la calidad educativa.

La revisión superficial de esos libros puede confundir al lector: aparentemente son simples manuales para educación primaria y secundaria estructurados como compendios de proyectos y el método de educación por proyectos goza de saludable reputación en la academia. Para construir un parámetro útil para análisis, hay que preguntarnos cómo pensamos debe ser la educación básica (EB) en México. Creo que la mayoría estaríamos de acuerdo en que la EB debe:

1. Ofrecer un bagaje cultural común a los miembros de las nuevas generaciones.

2. Contribuir al desarrollo y el progreso nacional.

3. Propiciar el desarrollo del alumno.

4. Fomentar todas las facultades del ser humano.

5. Impulsar el desarrollo autónomo del alumno.

6. Educar al alumno para que tenga una vida satisfactoria y se integre constructivamente a la vida social.

Trataré de comentarlos brevemente. Ofrecer un bagaje cultural común a las nuevas generaciones se vincula estrechamente con un currículum obligatorio y con la idea de que la educación contribuya a fortalecer la cohesión social, la equidad y la democracia. Pero los autores de la Nueva Escuela Mexicana, nunca se propusieron esto; pensaron que dar lo mismo a quienes no son iguales refuerza las desigualdades sociales y que la emancipación de los oprimidos sólo podía darse con una educación enfocada a lo particular, a lo concreto y a lo diverso, tres cualidades que se reúnen en la “comunidad”, el entorno social de la escuela: el barrio, la ranchería.

Los proyectos parten de esa comunidad. El proyecto es una investigación simulada de un problema comunitario (la contaminación, el ruido, los problemas viales), pero cada proyecto enfoca a un problema particular y con una metodología particular y no se puede asegurar que los alumnos de distintos grupos o distintas escuelas aprendan lo mismo. Como puede observarse, este método por proyectos no garantiza una educación común, lo que genera, en cambio, es una atomización de la actividad educativa.

Quien revise los proyectos de los libros de texto puede comprobar que sus contenidos educativos no se refieren a nuestra verdadera comunidad que es la nación: no hablan del estado nacional, de las instituciones públicas, de la democracia, etc. No, los libros, todos, se orientan a “la comunidad”, es decir, el horizonte comprensivo del alumno se reduce de la nación al mundo local, concreto, en el que vive con su familia. Los problemas nacionales como la pobreza, la violencia, el irrespeto a la ley, la corrupción, la polarización del debate público, etc. simplemente no se estudian.

Si se adopta el método de proyectos para todos los grados de educación básica es difícil o imposible impulsar el desarrollo integral del alumno; el método de proyecto tiene un débil poder formativo, hecho evidente en el desarrollo intelectual; el intelecto progresa del pensamiento concreto al pensamiento abstracto –que es la forma superior de la inteligencia humana– y el proyecto privilegia la actividad sobre el mundo concreto y desestima el estudio sistemático, ordenado y lógico de conceptos que solo ofrecen la disciplinas.

La dimensión del desarrollo ético del alumno, según autores como Piaget y Kholberg, debe tener como objetivo el desarrollo de la autonomía moral. Se trata de formar a un ser humano que se atreva a pensar y decidir por sí mismo, un sujeto libre que no sea esclavo de las ideas y creencias de otros. Pero la pedagogía por proyectos –usted lo puede comprobar— es una pedagogía colectivista, o comunitaria, que se rehúsa a formar al individuo autónomo y coloca siempre al grupo de alumnos por encima del alumno individual. “Aprendemos a través del otro” dijo un maestro en las sesiones vespertinas.

Este colectivismo pedagógico es visible en todos los libros. Al revisar cualquiera de ellos uno se sorprende al constatar que en la mayoría de los casos las instrucciones al alumno se expresan en plural: “hagamos”, “leamos”, “organizamos” etc. y cuando se menciona al alumno singular invariablemente se agrega esta frase “sin olvidar que eres parte de una comunidad”.

El método por proyectos se utiliza con éxito en carreras técnicas, en agricultura e ingeniería, por ejemplo, y en todos los casos se espera que el alumno tenga una formación previa, conocimiento y habilidades que utilizará como herramientas para resolver el problema del proyecto. No hay noticias de que ese método se haya utilizado en algún país para educar a niñas y niños en las etapas iniciales de su desarrollo.

Fuente: Crónica