“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton). Para evitar esta corrupción absoluta de los gobiernos es que se crea la estructura de la división de poderes, con pesos y contra pesos. El poder se divide para su ejercicio en Ejecutivo, Legislativo y Judicial y ente ellos en conjunto con los órganos autónomos deben controlarse.
La Constitución es la encargada de regular todos los mecanismos de control, establece la forma de interacción que se debe observar, una de sus principales misiones es ajustarel poder, fijarle límites de actuación, y pues obvio es común que los gobernantes no se sientan del todo cómodos con el control constitucional.
El Poder Judicial es quien custodia la Constitución, tiene entre sus funciones el vigilar la aplicación de la ley, para todos los habitantes de un país, incluyendo también lo que hace el gobierno, para eso existen los medios de control constitucional como son los juicios de amparo, las controversias constitucionales y las acciones de inconstitucionalidad. En este sentido el Poder Judicial fácilmente puede resultar odioso al gobierno cuando pone freno, en nombre de la ley, a las acciones que a los demás poderes se les ocurra hacer o dejar de hacer.
Derivado de la incomodidad del gobierno con las resoluciones, desde la Presidencia de la República se ha emprendido una campaña fuerte en contra del Poder Judicial, el gobierno está enojado porque sus ocurrencias han topado con la Ley y tanto la Suprema Corte como diversos tribunales le han repetido ya muchas veces con sus sentencias que “la ley si es la ley”. Hablar desde la mañanera desacreditando el trabajo de los ministros y jueces es ya una costumbre, y como bien se sabe eso acarrea una avalancha de ataques orquestados en redes sociales y en el mudo físico. El ataque vengativo viene ahora desde el recorte al presupuesto.
En el momento en que le atamos las manos al Poder Judicial, como sociedad nos estamos dando un balazo en el pie; no se trata de los sueldos de los ministros, sino de la operatividad y funcionamiento de todo el universo de impartición de justicia, un Poder Judicial débil nos hará un país débil.
El Poder Judicial no es carismático, no está ahí para caernos bien, las resoluciones que emite de manera general incomodan siempre a alguna de las partes, y esto es aprovechado para legitimar las acciones de venganza.
El Poder Judicial es quien ha defendido tus derechos fundamentales ¿Es posible mejorarlo? Sí, por supuesto, existen muchas áreas de oportunidad, como todo, pero ahorcarlo nos ahorcará como sociedad.
Fuente: Milenio