En las Comunidades Virtuales en Internet (CVI), mal llamadas Redes Sociales, los ciudadanos pueden, si quieren, ejercer su Derecho de Acceso a la Información (DAI) y formarse un criterio sobre coyunturas cruciales como la presente contienda electoral en México por la presidencia de la república.
Es así porque como lo señala Manuel Castells, en su libro Comunicación y Poder, gracias a internet, o más precisamente a lo que los especialistas denominan la web 3.0, estamos frente al fenómeno de la autocomunicación de masas. Es decir que con ello se supera la era de la comunicación de masas, donde los dueños de la prensa tradicional, la radio y sobre todo la televisión, dictaban la información que llegaba a las personas. Ahora, en materia de comunicación, “…su contenido está autogenerado, su emisión autodirigida y su recepción autoseleccionada por todos aquellos que se comunican.”
Es decir que cuando le damos RT a un tuit en twitter, o compartir a una publicación en Facebook, estamos autocomunicándonos a partir de nuestros propios intereses, filias y hasta gustos, con los que nos siguen en aquel microblogin o son nuestros “amigos” en el espacio creado por Zukerberg.
En esa comunidades de la realidad virtual entonces tenemos información, que en otros tiempos podía ser ocultada o tergiversada dependiendo del posicionamiento político de los dueños de los llamados mass media. Se rompe así, en buena medida, con la comunicación vertical de arriba abajo para instalar una comunicación de redes horizontal, dice Castells.
Así que, en la actual coyuntura electoral en México, más que en el 2012, la autocomunicación de masas tiene efectos, más importantes, sencillamente porque en esta participan ahora más personas interconectadas.
Se tiene entonces, vía las redes sociales como las mencionadas y otras como Youtube, acceso a información que antes era controlada por los monopolios mediáticos, centralmente Televisa y TV Azteca. Ahora por lo menos se tiene internet para contrastar lo que se dice en esos distintos espacios. Aunque indudablemente la llamada brecha digital siga siendo considerable.
Por lo tanto resulta que ahora intelectuales, analistas y periodistas importantes como Jesús Silva Herzog Márquez, Julio Hernández o Raymundo Riva Palacio pueden opinar (bien o mal) sobre cualquiera de los tres principales candidatos, López, Meade y Anaya; y los cibernautas indagar si se apegan a la veracidad o pueden llegar a estar mintiendo. Y con ello de alguna manera tener elementos para tomar la decisión crucial que depositarán en las urnas el próximo 1 de julio.
Y no nos estamos refiriendo a la propaganda electoral que también a través internet ahora se despliega en forma de hashtags o trendig topics. Estamos hablando de información pública (es decir de instancias oficiales) o privada, a la que se puede acceder con simplemente goglearla, por ejemplo.
De ahí la importancia del convenio que el Instituto Nacional Electoral (INE) firmaría con Facebook, y que entendemos se haría lo propio con Twitter y Google, para, dicen, “combatir las fake news o noticias falsas”.
Según comunicado del propio INE, se difundirán “… materiales desarrollados por Facebook junto con otras organizaciones civiles para ayudar a las personas a detectar contenido de baja calidad en la Internet y poder tomar decisiones más informadas sobre las noticias que consumen.” El asunto es que esa “baja calidad” resulta un eufemismo respecto a las campañas sucias que recurren vilmente a la mentira. Y, cosa de mayor gravedad, la creación de plataformas tecnológicas orientadas a denigrar a los candidatos directamente.
Lo que no consideran los delincuentes cibernéticos es que precisamente por la autocomunicación de masas horizontal, en esas redes virtuales, esas estratagemas pueden ser nulificadas incluso con sentido del humor. Véase el caso de los “rusos” en todo el país que salen a la calle, postean, tuitean y videograban su apoyo a Andrés Manuelovich.
El acceso a la información es una realidad para los ciber ciudadanos. Cada quien elige ahí la información que quiere consumir y compartir. El contraste con los otros, sus conciudadanos, con quienes interactúan en el ciberespacio, aunque puede ser visceral también, exige una mayor tolerancia, incluso con quienes gramaticalmente no se comunican correctamente; y pone a prueba la “amistad feisbukeana”, pero de ella hablaremos en otro espacio.
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