La jornada del 7 de junio, al tiempo que representa alcanzar la meta del proceso electoral federal 2015 (si bien faltan por revisar los medios de impugnación que se interpusieron), se convierte también en el punto de arranque en la sucesión a gobernador. Lejos de un panorama claro, los resultados muestras un conjunto de imprecisiones que tendrán que atenderse en los próximos meses o se sufrirán nuevos periodos de inestabilidad en Oaxaca.

Por el lado de los partidos políticos, es claro que ninguno tiene un punto de partida sólido. La baja participación ciudadana, la anulación del derecho a votar de medio millón de oaxaqueños que no pudieron hacerlo por la violencia electoral, la ausencia de liderazgos sólidos en los partidos, muestran como se agudiza su crisis.

Si bien el PRI obtuvo siete de las once posiciones en disputa, dos aún están en riesgo: Pinotepa Nacional y Teotitlán de Flores Magón. En el primer caso los videos y testimonios presentados muestran una maniobra orquestada del candidato tricolor, a través de empleados y familiares –y cabría preguntarse si no lo fue con un sector del magisterio también—, para robar y destruir urnas. Miles de costeños no pudieron votar por estas razones, otras tantas no tienen la certeza de que su voto contará o la garantía de que no se han manipulado. Y en los distritos que ganaron, lo hicieron merced a la combinación de tres factores: la baja participación ciudadana, su mayor voto duro que los de otros partidos, y los pésimos o desconocidos candidatos que los otros partidos presentaron. En una contienda competitiva y con alta participación, difícilmente podrán constituir una opción sólida.

En Teotitlán, los maestros bloquearon carreteras con deslaves y evitaron que se instalaran más de la mitad de las casillas. Con ello, aunque se beneficiaría al PRI de mantenerse el resultado, es claro que hay bases firmes para que los tribunales anulen la elección. Aún cuando se presenta una situación similar en Juchitán, ese distrito ha sido de los reservorios de voto del tricolor e, incluso si se repitiese la elección, difícilmente cambiará el resultado.

El hecho es que el PRI puede tener al final del día, menos presencia de la que se aparenta.

El PRD, sufre también un espejismo. Aún cuando tiene una votación importante (poco más del 20 por ciento) y gana cuatro distritos, lo cierto es que en tres de ellos –Santa Lucía con Eva Cruz; Tehuantepec, con José Antonio Estefan y Tlaxiaco, con Sergio López—lo hace con candidatos tricolores. Este último pasó con más pena que gloria en la actual Legislatura, en donde es más conocido por exigir pago por evento (un cobro por cada voto que debería emitir), que por su labor parlamentaria. Como partido, más con las pugnas mostradas en Tehuantepec y la conformación de bloques en la Legislatura local, está dividido y mas sujeto a las negociaciones cupulares que ha generar un proyecto político sólido. En los casi cinco años en que generaron una coalición gobernante, fueron presa de los intereses sectarios y sumidos en la visión patrimonialista. De continuar con esas inercias, irán a la debacle, como ya la tuvieron en el ámbito nacional en estos comicios y, particularmente, con el rotundo fracaso mostrado en el Distrito Federal.

El PAN, por su parte, evidenció que su aparente crecimiento en los últimos años en Oaxaca, fue más producto de buenas negociaciones al momento de integrar las coaliciones anti PRI en 2010 y 2013, que en la formación de una militancia sólida y de cuadros comprometidos. Sin liderazgos, dividido y sin proyecto, difícilmente podrán repetir en el próximo años, la coalición que le dio tantos dividendos. Dependerán así de los escasos cuadros blanquiazules comprometidos y con presencia en determinados sectores. Para construir una alternativa, habrán de recuperar el rumbo extraviado.

Salvo de MORENA, que mostró una fortaleza inusitada en su primera aparición pública, en gran medida ésta depende casi en su totalidad del carisma de su dirigente máximo, Andrés Manuel López Obrador y la red construida en los últimos años al margen de su otrora partido (PRD) y de su ahora estructura formal, si bien ésta la capitaliza.

Con todo, los partidos de izquierda (PRD, MORENA, MC, PT) suman en Oaxaca el 40%, un par de puntos más que el PRI y sus aliados (PVEM y PANAL), que es el 38 %. A ello habrá que agregar el papel que jugarán los partidos locales como el PUP y PSDO, particularmente en el marco de los comicios municipales –concurrentes con la gubernatura— y que pueden incidir en los resultados.

Así las cosas, todo indica que más allá de los partidos, se requiere de figuras y liderazgos sólidos, que puedan cohesionar propuestas y captar el respaldo no de los votos duros de los partidos, sino de la amplia masa de los votantes que no están previamente identificados por los partidos.

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