“Nos están exigiendo 120 mil pesos por taxi. Si no los pagamos durante la próxima semana habrá consecuencias feas”.
La pregunta no es obvia: “¿Ya denunciaron?”. La respuesta sí lo es: “¿Ante quién?”
Conocen mejor que nadie el valor catastral de cada propiedad; saben con exactitud cuántos vehículos vendió el lote de autos, cuánta es la ganancia diaria de la taquería, el volumen de gasto en la tienda de materiales, las operaciones de la agencia aduanal o el número de clientes que visita la papelería.
La organización criminal mexicana posee hoy mayor inteligencia que el Estado y la sociedad juntos; (inteligencia definida como habilidad para recoger y procesar información relevante con el propósito de planificar y realizar operaciones en contra del enemigo).
La geografía mexicana que hoy está sometida a la violencia es un libro abierto para los Zetas, los Caballeros Templarios, Nueva Generación, Cartel de Sinaloa y tantas otras bandas criminales. Cuentan con una densa red de inteligencia que les permite someter a las comunidades donde operan.
Los halconcitos (muchachos de entre 13 y 15 años) les avisan si la policía se acerca, sus espías en el gobierno los alertan con oportunidad sobre los operativos en su contra, el funcionario del municipio señala para ellos los nombres de los vecinos secuestrables, el empleado público entrega la lista de los líderes de las agrupaciones de taxistas o comerciantes a quienes pueden extorsionar.
La suya es mejor que cualquier otra inteligencia militar y por eso han sido capaces de ganar batallas. Por vías tradicionales, y también gracias a la más reciente tecnología digital, las bandas del crimen organizado tienen asegurado el dominio sobre amplios tramos del territorio mexicano.
En sentido inverso, el gobierno y la sociedad no sostienen comunicación: “¿Ante quién denunciamos si al día siguiente de que un vecino acudió al municipio para informar sobre los cadáveres que encontramos allá en la cañada le cayeron los paisanos, lo golpearon y lo amenazaron de muerte, para que no se le ocurriera volver a hacerlo.”
Mientras ellos tienen un libro abierto, los demás tenemos uno cerrado. Mientras ellos cuentan con inteligencia militar, los demás padecemos un grave momento de estupidez social. Es una paradoja que en una época como la que nos tocó vivir —intensiva en tecnología— sólo los malos se beneficien del uso del celular, la red, las computadoras, las bases de datos, la comunicación instantánea, los videos, los blogs, los mapas interactivos y el largo etcétera del que se ha valido el crimen para sostener su violencia.
¿Por qué el Estado mexicano carece de inteligencia? No hay respuesta fácil para esta interrogante y sin embargo, por sobrevivencia, resultaría urgente obtenerla.
Sólo hay espacio aquí para argumentar que el gobierno es visto como un lugar distante, cerrado y opaco, con el que no se puede colaborar, ni participar. Peor aun, en muchas regiones del país se percibe como una instancia próxima al criminal y no al ciudadano de a pié.
Mientras la autoridad y los vecinos violentados no cuenten con espacios confiables para construir soluciones comunes —mientras no edifiquen, ambos, un gobierno abierto— la inteligencia de los criminales seguirá reinado con grave impunidad.
No debe suponerse que el Estado, y únicamente el Estado es capaz de enfrentar la epidemia de inseguridad, ilegalidad, secuestro, extorsión y muerte que azota cotidianamente la vida de muchos mexicanos. La experiencia ha probado lo contrario: si en Tijuana o Juárez los indicadores de la violencia disminuyeron fue gracias a la colaboración confiable entre gobernantes y ciudadanía.
Lo opuesto es todavía evidente en Michoacán, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas o el Estado de México. Si Los Caballeros Templarios, los Zetas o los Mata Zetas pueden cobrar un impuesto criminal sobre las actividades económicas de la gente común, es porque tenemos un gobierno estúpido, ayuno de información, y un crimen organizado muy inteligente.
Fuente: El Universal