Este no es un artículo más sobre el informe de la Comisión de la Verdad y el Acceso a la Justicia de la Secretaría de Gobernación, presentado por su presidente Alejandro Encinas sobre el caso Ayotzinapa. Nada más tengo que decir del farragosos documento que lo dicho por José Antonio Caballero y Sergio López Ayllón en la disección del texto publicada hace un par de días en el blog “ El juego de la Corte” de Nexos (https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/ayotzinapa-y-donde-estan-los-culpables/ ) y coincido en buena medida con las apreciaciones políticas de Raúl Trejo Delabre en su artículo del lunes en Crónica (https://www.cronicajalisco.com/notas-fue_el_estado_farsa_y_demagogia-117203-2022 ).

La consigan “¡Fue el Estado!”, repetida hasta el hartazgo por quienes decidieron darle un uso político a la desaparición de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014, siempre me pareció una tontería, en primer lugar porque el Estado no es un ente que actúe como el golem de la leyenda hebrea al ser animado con la palabra de la vida y solo es un cuerpo monstruoso de un hombre formado por muchos hombrecitos, que actúa con voluntad propia, en la imagen de la portada original del Leviatán de Thomas Hobbes, pero también porque implicaba que detrás de aquella tragedia había una decisión tomada en altas instancias del gobierno de Peña Nieto para cometer el crimen, cosa que desde cualquier perspectiva racional era absurda, incluso en un gobierno dirigido por un bobalicón.

Sin embargo, creo que es importante, en torno a esta caso, pero también respecto a todo el clima de violencia, inseguridad e injusticia en el que vivimos, reflexionar sobre el papel del Estado en cuanto organización en el proceso de descomposición de la convivencia en México. En primer lugar parece necesario volver a lo básico: ¿qué es el Estado y por qué está funcionando tan mal en México?

Durante décadas, buena parte del análisis político del siglo pasado solía considerar al Estado mexicnao como una maquinaria fuerte, que funcionaba con eficacia, con un mando centralizado en un Presidente prácticamente omnímodo y con una estabilidad envidiable si se le comparaba con el resto de América Latina, plagada por regímenes enclenques que una y otra vez sucumbían por golpes militares.

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