El pasado miércoles 23 de agosto, tras un periplo de poco más de un mes, la nave Chandrayaan-3 descendió a la superficie lunar. Artefactos no tripulados habían sido alunizados antes, por la Unión Soviética, Estados Unidos y China, por lo que India se ha convertido en el cuarto país que conquista nuestro enigmático satélite.

Ese lugar (más precisamente, el polo sur lunar) ha sido el escenario reciente de otras visitas no tripuladas pero fracasadas: la israelí Beresheet, la india Chandrayaan-2, la japonesa Hakuto y en este mismo mes, la rusa Luna 25, todas destrozadas en su intento por alcanzar el sitio. Pero hay más países que lo van a intentar: la Unión Europea (que son muchos países), Estados Unidos por supuesto, Canadá y probablemente Corea del Sur. La India planea regresar dentro de siete años en una misión conjunta propuesta con Japón pero ¿adivinen que? ahora sí, tripulada y si se puede antes que China, mejor.

¿Hay prometedoras riquezas en la Luna recién descubiertas cómo para haber suscitado esta nueva pasión por alcanzarla? Agua probablemente y el hecho de que la gravedad del satélite es muy baja; podría convertirse en el mejor lugar para hacer despegar las naves espaciales y evitar así los costosísimos lanzamientos terrestres. Pero como señala The Economist (edición de esta semana), lo mero importante no es lo uno ni lo otro, sino la tecnología exhibida en el alunizaje. Si un país, un sistema científico y una economía pueden poner sanos y salvos, objetos y personas en la luna, es porque han alcanzado un nuevo estadio técnico, otro ecosistema de instituciones, actores y otro nivel de organización empresarial.

Alcanzar a la luna es un prodigio de ingeniería en muchas direcciones: espacial, electrónica, computacional, de materiales, de comunicación, militar y un largo etcétera. Y todas esas cosas juntas solo están al alcance si eres un país de otro nivel y si tu Estado es capaz, convrtido en un gran coordinador económico y tecnológico. “Esto es lo que los países quieren demostrar”, dice The Economist.

De mi parte, creo que esta nueva carrera anuncia un cambio muy importante en los vientos ideológicos, pues en los últimos cuarenta años, el pensamiento económico (funcionarios públicos y burocracias de medio mundo incluidas), tuvieron miedo a “hacer cosas” que no fuera facilitar la actividad de los mercados. Es más: esa era su contribución al desarrollo: dejar hacer a los privados. Pues bien, esta competencia por alcanzar la luna replantea las cosas y no exige menos, sino más y mejor Estado.

La rehabilitación del Estado como coordinador de grandes misiones nacionales es una idea que da vueltas en la discusión desde que Mariano Mazzucato publicó su Misión economía (Taurus, 2021). Y es que esa carrera por la luna necesita al Estado, un eje promotor del desarrollo tecnológico que no pueden cubrir las grandes corporaciones privadas (siempre más ocupadas en los próximos beneficios trimestrales).

Hablamos del papel que deberían desempeñar los gobiernos en la economía y en consecuencia, los objetivos, instrumentos, organizaciones y competencias que necesita para plantearse grandes objetivos y grandes soluciones a los mas graves problemas de nuestro tiempo.

En ese sentido, la nueva carrera lunar está cambiando, en un sentido muy profundo, la idea y el tipo de capitalismo con el que vamos a vivir y lidiar en el futuro.

Fuente: Crónica