Hacia las 18 horas del día de ayer, 21 de agosto, la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados todavía no podía instalarse y el debate sobre los posibles retrocesos en materia de acceso a la información pública se mantenía sólo en las redes sociales y los medios. Es un momento de definiciones para la vida democrática y el acceso a la información pública en México. También es una oportunidad única para entender por qué es necesario impulsar la figura del parlamento o congreso abierto en nuestro país. A reserva de un análisis más profundo, compartimos algunos apuntes en el marco de la coyuntura política en la que se encuentra la Cámara de Diputados.

1. Abrir la discusión a organizaciones y especialistas en un diálogo franco, paga bien políticamente. Previo a la discusión de la minuta que aprobó el Senado de la República, hubo un intenso y fructífero diálogo de los Senadores con especialistas y organizaciones civiles. Lo que en principio parecía complicar las deliberaciones, se convirtió en un espacio que ayudó a consolidar una visión compartida de lo que podía y no podía hacerse en esta materia. El resultado: muchos de los analistas y organizaciones prefieren los consensos del Senado que las posibles modificaciones que han realizado, a puerta cerrada, los legisladores en la Cámara de Diputados. La opinión pública no quiere “cajas negras” sino parlamentos abiertos.

2. El proceso resulta opaco hasta dentro de la clase política. Sólo unos cuantos legisladores conocían el documento de trabajo en el que expresaban las reservas del PRI a la propuesta enviada por el Senado. Un buen número de legisladores no conocían este documento. No fue el desinterés sobre el proceso, sino el hermetismo de la élite política que controlaba el proceso, lo que dio espacio a la especulación, la descalificación mutua y la desconfianza ciudadana. Tal vez no se puedan abrir todos los procesos de negociación al escrutinio público, pero transmitir la sensación, en boca de los propios legisladores, de que el proceso es opaco, no contribuye a resolver la crisis de representatividad de la democracia mexicana. El parlamento abierto ataca frontalmente este problema.

3. Las dificultades para “conectar” con los ciudadanos. La vida parlamentaria obliga a un diálogo intenso entre adversarios políticos. Hay un diálogo público que la mayor parte de los electores solo atestiguamos. Pero reservar la relación con los electores a observar los posicionamientos de los partidos políticos o las fracciones parlamentarias, es una idea limitada y un tanto pobre de la relación gobierno-sociedad. Los esfuerzos por “conectar” con los electores de algunos de los senadores y diputados fueron mínimos. Solo un puñado de actores políticos diestros en el uso de las redes sociales, aprovechó este debate para acercarse a la opinión pública o sus electores. Y las dificultades para “conectar” se hicieron evidentes: no es fácil compartir un proceso legislativo con la opinión pública sin ciertas destrezas y métodos que el gobierno abierto trae consigo. Otra razón para impulsar el parlamento abierto en México.

4. Algunas de las organizaciones sociales más activas en la defensa del derecho a saber articularon campañas para alertar sobre lo que ocurría en la Cámara de Diputados. Bajo #TransparenciaYa se aglutinaron organizaciones de naturaleza muy diversa para informar sobre el tema. El Colectivo por la Transparencia llegó incluso a las calles del centro histórico del Distrito Federal con “pintas” simbólicas. Otras organizaciones como Curul 501, Arena Ciudadana o la propia Transparencia Mexicana invitaron a los ciudadanos a identificar a sus diputados y escribirles vía Twitter. Algunos diputados reaccionaron positivamente y fijaron postura; y un número creciente de ciudadanos que no pertenecían a organismos civiles se animaron a expresar su opinión a los legisladores.

Aunque limitados, los cimientos del gobierno abierto ya están presentes en este debate legislativo: bases de datos abiertas, uso socialmente útil de la información pública, redes sociales que vinculan a representantes con ciudadanos. De aprobarse el proyecto de Decreto de reforma constitucional en materia de transparencia como lo presenta el dictamen publicado el día 21, la historia registrará este hecho como un retroceso para la democracia mexicana. Pero la importancia del parlamento abierto para México ha quedado expresada con este debate legislativo: el Congreso debe dejar de ser lo que alguna vez describió Bismarck como una fábrica de salchichas donde nadie quiere saber qué pasa adentro. Ciudadanos, especialistas, organismos civiles queremos ya parlamentos abiertos en México.

Eduardo Bohórquez – Animal Político