De entre los muchos anacronismos que exhibe el pensamiento del presidente López Obrador, sobresale su antagonismo explícito y militante contra los movimientos de las mujeres y el discurso feminista.

Precisamente el día de hoy, habremos de constatar -otra vez- el abismo abierto entre ellos y el hecho simbólico que cumple, exactamente, un año. Desde el momento en que el presidente de la república se colocó, personal y decididamente al lado del candidato a la gubernatura de Guerrero, Félix Salgado Macedonio acusado de todas las violencias posibles en contra de las mujeres (incluyendo militantes de su propio partido), el hecho quedó sellado.

Y las cosas fueron a peor el ocho de marzo del 2021, con el levantamiento de negras murallas metálicas para resguardar palacio nacional y los gases lanzados a discreción en contra de las manifestantes.

Y la incomprensión se multiplica en la medida que otros personajes del lopezobradorismo han repetido las locuciones presidenciales.

Empalagados e incapaces de entender dimensión y profundidad de los movimientos feministas, declararon cosas como esta: “es el feminismo el que debe sumarse a la transformación y no al revés”.

No deja de ser asombrosa la ceguera ante uno de los problemas más hondos y extendidos en la sociedad mexicana: feminicidios (muertes por odio), violaciones, la violencia que padecen dentro de las familias, maltrato de sus parejas, las labores de cuidado que ellas soportan, la más baja remuneración por un mismo trabajo, las dificultades para decidir sobre su cuerpo, la inequitativa participación política, el ensañamiento punitivo contra ellas, la pérdida y consiguiente búsqueda de cuerpos y desaparecidos de las que se hacen cargo, sobre todo las madres y un largo etcétera.

La movilización de hoy responde, en primerísimo lugar, a ese océano de dolor y agravios que sufren y para los que este gobierno no ha tenido otra respuesta que el desmantelamiento de las pocas estructuras estatales que les ayudan a sobrellevar sus dobles jornadas de trabajo.

La reciente decisión de cancelar las escuelas públicas de tiempo completo, es el último ejemplo de ese desprecio.

El presidente y sus acólitos no lo alcanzan a ver: las mujeres son víctimas de sus padres, hermanos, parejas, en el hogar y en su trabajo: en eso consiste el problema.

Y los hombres que las asesinan o las maltratan o las marginan lo hacen, porque así lo tienen aprendido, y antes de cometer un crimen o una discriminación extrema o “común y corriente” han infligido otra clase de humillaciones y peor: sienten que están en su derecho. Es eso lo que nos gritan las feministas.

Ahora bien, por favor, no digan que el menosprecio a las mujeres, sus causas y sus movimientos, es una sorpresa. Como lo ha hecho ver la investigadora Paola Zavala, es imposible encontrar, durante el supuesto discurso cumbre de toma de posesión, la palabra “mujer”.

Y la activista Mariana Niembro, ha subrayado que en efecto, López Obrador puede haber recorrido el país y todos sus municipios, pero lo vio con los ojos y la cabeza de señor, de patriarca para el que los problemas de las mujeres son invisibles e inentendibles (asómense a esa conversación https://youtu.be/qjihkXZ5DIw).

Ignoro quién acuñó la puntada, según la cual, en estos años tendríamos al gobierno más feminista de la historia, pero desde hace un año, no solo está claro que no lo es, sino que el presidente las ha condenado a ser un contingente más de “sus adversarios”. Con ello, el lopezobradorismo da la espalda al movimiento más genuinamente democratizador que recorre hoy la sociedad mexicana.

Este hecho revela muchas cosas, más allá de incomprensión y desafecto: atraso cultural, desconexión con el cambio del mundo, moralismo parroquial y machismo pero sobre todas las cosas, nos informa que, a este gobierno, es ya imposible llamarlo de “izquierda”.

Fuente: https://www.cronica.com.mx/opinion/nunca-digan-vez-feminista.html