El nombramiento de Patricia Mercado como secretaria de Trabajo del gobierno de la Ciudad de México puede ser una buena oportunidad para que la administración de Miguel Ángel Mancera encuentre un rumbo propositivo y adquiera la capacidad de iniciativa en temas relevantes para la izquierda por encima del reparto clientelista de rentas que en buena medida ha caracterizado a las sucesivas gestiones del PRD desde que Cuauhtémoc Cárdenas fue elegido en 1997.
Si bien López Obrador le puso a su mandato el sello de la pensión universal a los adultos mayores y Marcelo Ebrard impulsó la agenda de la diversidad y los derechos, lo que les permitió reivindicar el carácter social y de izquierda de sus gobiernos, la operación cotidiana de la administración del Distrito Federal se ha basado en el mantenimiento de las relaciones de reciprocidad y la distribución del empleo público y de los beneficios sociales entre los grupos de leales a una u otra corriente del PRD y sus aliados, con un mecanismo de reparto que en poco se diferencia de las formas tradicionales en las que el PRI de la época clásica logró la gobernación de la ciudad.
La agenda pendiente de reformas en el D.F. es ingente. La administración pública sigue siendo, como en todo el resto del país, un botín que se reparte entre validos y leales. No se ha avanzado nada en la creación de una burocracia profesional y meritocrática, ni en una mayor rendición de cuentas; los delegados son prebostes con patente para depredar, por más electos que sean, y la izquierda en el gobierno no ha sido capaz de marcar una diferencia real con el pasado régimen autoritario; la única diferencia significativa ha sido que han cambiado los beneficiarios del reparto de rentas públicas.
En buena medida esto se ha debido a la estructura misma del PRD, partido clientelista como el que más, coalición de corrientes que miden sus fuerzas no por la novedad o el interés de sus propuestas, ni por la brillantez de sus líderes, sino por el tamaño de la hueste que los sigue, esperanzada por recibir algo de la derrama de recursos o algún privilegio o prebenda. La asignación de los cargos públicos, lo mismo que la distribución del presupuesto, no se ha hecho con base en criterios de eficiencia general sino de acuerdo a la capacidad de negociación y presión de las distintas corrientes o tribus, como se les ha llamado con retintín despectivo.
La secretaria de Trabajo que ahora ocupará Patricia Mercado había sido concedida, en el reparto del principio del sexenio, nada menos que a uno de los cabecillas más relevantes de la mayor corriente perredista, la denominada Nueva Izquierda pero llamada vulgarmente como “los chuchos”, por el hipocorístico con el que son conocidos los otros dos líderes importantes: Jesús Ortega y Jesús Zambrano; Carlos Navarrete, ahora candidato a ocupar la presidencia nacional del PRD aceptó el cargo que le ofreció Mancera como premio de consolación y plataforma a partir de la cual lanzar su campaña para dirigir al partido.
Es de suponer que los de Nueva Izquierda querrían conservar la secretaría del Trabajo como posición propia y hubieran esperado que el sustituto de Navarrete fuese uno de sus leales. La decisión de Mancera de nombrar a alguien ajeno al PRD y con la trayectoria política de Patricia Mercado parece una buena señal de que quiere darle un giro más autónomo respecto a las corrientes perredistas a su gobierno y puede indicar que está dispuesto a abrirse hacia la izquierda más moderna, auténticamente socialdemócrata, que podría llevar aire fresco y un discurso renovador a un gobierno hasta ahora deslucido y titubeante.
Patricia Mercado representa una anomalía en la izquierda mexicana. Empezó su vida política al final de la década de 1970 en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, la organización trotskista que desde la campaña electoral de 1982 intentó introducir nuevos temas en la agenda política, como el programa feminista o el de los homosexuales que comenzaban a reclamar sus derechos civiles. Patricia trabajó en aquellos años como promotora de organizaciones sindicales independientes y participó en la defensa de los derechos laborales de los trabajadores de Diesel Nacional y del complejo industrial de Ciudad Sahagún, entonces ejemplo de empresa estatal en plena expansión. En 1985 estuvo a lado de las costureras, cuyas condiciones infrahumanas de trabajo quedaron al descubierto al derrumbarse los edificios en los que, hacinadas, eran explotadas por empresarios que no les reconocían derecho alguno. Con ellas Mercado organizó su sindicato y expuso el lado descarnado del trabajo informal.
Después Patricia fue una incansable activista del feminismo más razonado. Fundó la agrupación política Diversa, fresca desde el nombre, y desde ahí se dedicó a promover la ampliación de los derechos políticos y sociales de las mujeres. Cuando en 1998 un grupo de entonces jóvenes decepcionados del derrotero que había seguido la izquierda mexicana a partir de la fundación del PRD comenzamos la construcción de lo que fue Democracia Social, buscamos la alianza con Diversa, la cual se dio no sin tener que superar enormes desconfianzas de ambas partes. A la hora de decidir nuestra candidatura presidencial para la elección de 2000, varios de nosotros creímos que Patricia Mercado era quien mejor podía representar una agenda de izquierda democrática que superara atavismos y prejuicios, con un fuerte acento en el programa y alejada de caudillismos y proposiciones mesiánicas.
Nuestra agenda era la de la reforma democrática del Estado, del sistema de justicia, de la educación y de los derechos laborales; era también la agenda de la diversidad y el feminismo. Patricia Mercado era la cara joven que podía encabezarla con mayor precisión. Sin embargo, en Democracia Social también participaban antiguos comunistas que vieron con desconfianza el proyecto y que por apenas dos votos del Consejo Nacional hicieron triunfar la candidatura de Gilberto Rincón Gallardo, quien le impuso su propio tono a la campaña. Al final, no logramos alcanzar el registro.
Después vino México Posible y la lamentable historia de Alternativa Socialdemócrata. Entonces sí, Patricia fue la candidata y su participación sacó a la luz una plataforma novedosa que refrescó el discurso público; con ella, su partido alcanzó el registro, solo para después ser desguasado por la rapiña de quienes se lo apropiaron.
Desde la secretaría del Trabajo de la ciudad Patricia Mercado puede impulsar un programa auténticamente de izquierda: el de los derechos de los millones de trabajadoras domésticas y empleados de la economía informal con empleos precarios, sin seguridad social ni pensión. También puede contribuir a generar nuevos empleos de calidad, en colaboración con los empresarios a los que no ve de entrada como adversarios. Si Mancera le da su apoyo, Mercado puede ser la pieza que le hace falta a su gobierno para tener alguna identidad propia.
Fuente: Sin Embargo