Como se sabe, en Brasil comenzó hace pocos días el juicio por “mensalao”, al que denominan el “juicio del siglo”. Hay 3 ministros acusados, 35 otros políticos y se investiga una compleja trama de sobornos para financiar al Partido de los Trabajadores y para que decenas de diputados votasen a favor de los proyectos que presentaba el gobierno de Lula, entonces en minoría. El juicio puede seguirse en vivo en el canal del Poder Judicial (tv justicia).

Con mucho menos ruido, parece avanzar la posibilidad de que finalmente se lleve a juicio oral el caso de las coimas en el Senado. Si las defensas no sorprenden con artilugios defensivos que tiendan a retrasar el debate, empezará en pocos días en el edificio de Comodoro Py.

Este también es un caso muy trascendente, en el cual están involucrados una gran variedad de actores políticos que ocuparon posiciones muy importantes. Entre los imputados están el ex presidente Fernando de la Rua, el ex titular de la SIDE, Fernando de Santibáñez, el exministro de Trabajo, Alberto Flamarique (acusados del pago de los sobornos) y los exsenadores peronistas Alberto Tell, Augusto Alasino, Remo Costanzo y Ricardo Branda, quienes las habrían cobrado.

Si se concreta, éste sería el juicio oral más importante sobre hechos de corrupción. De hecho, no hay recuerdo de un proceso judicial sobre delitos contra la administración pública con estas características. Más allá de que la sensación general que tenemos sobre la persecución en el país de estos crímenes es la de impunidad, no podemos soslayar que si la fiscal logra demostrar los hechos y consigue la condena que busca obtendría un mensaje muy claro de que no siempre la corrupción queda impune y de que los fiscales y jueces pueden conseguir el objetivo de hacer justicia si se lo proponen.

En fin, todavía falta mucho para eso, pero la sola realización del juicio oral ya es importante. Sería, humildemente, nuestro “juicio del siglo”.