Hace una semana ocurrió un seminario y la razón que lo convocó, fue poderosa. En mi caso una amistad, una colaboración y una discusión sostenida por más de 35 años, pero en el caso de la mayoría de quienes estuvieron allí, puede hablarse ya de medio siglo.

¿Cómo no íbamos a celebrar? ¿Cómo no íbamos a reunirnos y a volver sobre los temas, las obsesiones, las obras de quien ha sido un pivote indiscutible de un grupo excéntrico de amigos que no ha dejado de reconocerse desde hace cinco décadas?

Y digo que, no ha dejado de reconocerse en 3 ideas centrales: la necesidad de la vida democrática en un país de violencias inveteradas; la necesidad de la redistribución de la riqueza en un país tan pobre y tan lastimosamente desigual y, la necesidad de hacer todo eso bajo el manto del conocimiento, la ciencia, el pensamiento, la deliberación genuina -la cultura- en una palabra.

La Universidad Nacional Autónoma de México, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la Editorial Cal y Arena, y el Instituto de Estudios para la Transición Democrática organizaron -el jueves pasado- tres mesas para reconocer la obra, la trayectoria y las contribuciones fundamentales de José Woldenberg para la vida pública de México, desde los años 70, cuando comenzó su vida como profesor universitario y al mismo tiempo de sindicalista y militante.
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