Por: Elio Villaseñor Gómez
Director de Iniciativa Ciudadana
Después de dos sexenios en los que se había convertido en la tercera fuerza política, el PRI regresó a la Presidencia de la República con una amplia ventaja sobre sus competidores (con el 38.21% de la votación total), lo que le dio la legitimidad para plantear cambios que de acuerdo con esa fuerza política habían sido pospuestos durante casi 20 años.
Tanto en su campaña política como en su toma de posesión, Enrique Peña Nieto anunciaba un nuevo PRI, más cercano a las causas sociales y con experiencia para solucionar problemas. Así lo demuestra su eslogan: El PRI ha sido, y seguirá siendo, el gran constructor de México. De esta manera dio cuenta en su discurso de toma de posesión y en el Pacto por México que firmó con el PAN y el PRD, donde propuso una agenda muy ambiciosa de cambios legislativos y de política pública que llevarían a transformar a México. Como lo señala la siguiente frase: “Como Presidente, no olvidaré crear las oportunidades para que todo mexicano sea capaz de vivir su propia historia de éxito”.
Sin embargo, la ilusión del nuevo PRI duró muy poco, pronto vimos tanto en la forma de gobernar, así como en las negociaciones con las distintas fuerzas políticas que su forma no había cambiado mucho. Lo que hemos visto a 18 meses de gobierno es un pragmatismo que lo ha llevado a aprobar las reformas constitucionales con diferentes partidos, de acuerdo a la cercanía de cada uno de los temas.
Así, la reforma energética la aprobó con el PAN y la reforma fiscal con el PRD. Hemos visto un gobierno de la república que ofrece muchas promesas a los distintos grupos políticos, sin embargo, en la práctica busca ocultar los problemas (como la baja del poder adquisitivo de los mexicanos o el pobre desempeño de la economía mexicana), ha mentido reiteradamente, minimizando los problemas de seguridad o económicos. Lo más grave es que los otros poderes del Estado están sometidos a la voluntad del poder ejecutivo, como lo vemos en la forma de aprobar las iniciativas presidenciales en el poder legislativo. Se ha reforzado la figura presidencial pisoteando los demás poderes.
Hemos visto un regreso a la forma tradicional de gobernar del PRI. Las reformas constitucionales van llevando poco a poco a un proceso de centralización en el gobierno federal, para llevarlo a lo que Enrique Krauze llamó la “presidencia imperial”. Esta forma de gobernar ha llevado a respirar un ambiente de inconformidad y de impase del diálogo con el gobierno y muchos sectores. El PRI no ha asumido que la sociedad ha cambiado, que a lo largo de los 20 años que no estuvo en la presidencia se ha fortalecido como actor político. Ha cerrado los espacios de diálogo que se habían ganado durante los sexenios anteriores.
Frente a esta realidad vemos que el gobierno en vez de sumar con una visión de pluralidad busca imponer sus decisiones a través de sus recursos de chantaje, trampas, comprando a sus incondicionales o dando golpes bajos. Los acontecimientos de estos 18 meses de gobierno de Peña Nieto nos demuestran que existe un rechazo a este estilo de gobierno entre la población.