El pasado 1º de diciembre se llevó a cabo la transición del Poder Ejecutivo y Andrés Manuel López Obrador tomó protesta como Presidente de la República Mexicana. Inicia este nuevo sexenio con graves problemas en prácticamente todos los ámbitos: pobreza, educación, salud, seguridad, así como la ineficacia en la impartición de justicia, defensa a los derechos humanos, combate a la corrupción e impunidad. En el discurso de nuestro nuevo Presidente ante el Congreso de la Unión, reiteró su compromiso para dedicar todos sus esfuerzos para poner fin a la profunda desigualdad que se vive en México, y aunque refrendó como uno de sus principales ejes de acción el combate a la corrupción y la impunidad, la estrategia no es del todo clara.

¿Cómo lograr que la austeridad se traduzca en combate a la corrupción? Esta ha sido una de las principales líneas discursivas, con la idea de eliminar los privilegios y abusos de la burocracia para demostrar a la sociedad que un gobierno austero actuará mejor que los anteriores. Por supuesto, la austeridad es necesaria, genera ahorros y puede eliminar muchas malas prácticas que han afectado la imagen de los servidores públicos, pero no garantiza que las áreas de opacidad se eliminen y que las malas prácticas efectivamente terminen. Para ello, es necesario, más que nunca, fortalecer el esquema de contrapesos institucionales y los mecanismos de vigilancia desde la sociedad.

En su mensaje de arranque, el Presidente se mantuvo con una visión muy general de sus principales líneas de acción, así como con la idea de iniciar el sexenio de cero para atender los principales problemas públicos, como la reforma educativa y la energética, por mencionar algunas. Por supuesto, la importancia de ajustar lo que sea necesario para reencausar el rumbo y buscar lograr mejores resultados, es parte esencial en la construcción de las estrategias de la nueva administración que, además, tiene su propia visión de cómo atender los problemas del país; sin embargo, valdría mucho la pena que antes de desechar todo lo que viene de gobiernos anteriores, pueda revisarse a fondo qué sí está funcionando y conservarlo, el resto ajustarlo para seguir avanzando.

Las expectativas de la sociedad con el nuevo gobierno son enormes. Si bien como mencionó el Presidente en su discurso de arranque, este nuevo gobierno es para todos sin importar condición social, raza y religión, es necesario que las estrategias generen certezas precisamente para todos, no solo para los que apoyan incondicionalmente al nuevo gobierno. Si algo puede hacer la diferencia para reconstruir la credibilidad de la gente en sus gobernantes es que se logre congruencia entre el discurso y las decisiones y acciones que se impulsen desde el Ejecutivo. Hoy más que nunca se requiere de un gobierno que tenga el talento para equilibrar entre mantener la fortaleza de su economía, sostener el andamiaje institucional y mejorar el bienestar de la gente, así como de buscar las mejores estrategias para lograr una mejor impartición de justicia y la garantía de derechos para la gente.

Diseñar una estrategia de rendición de cuentas transversal para todo el ámbito público puede hacer la diferencia; todavía no es claro cómo se logrará llegar a este punto. En años anteriores se han dado pasos importantes para ir abriendo espacios que mejoren las condiciones para que el gobierno no solo transparente su quehacer, sino para ir transitando a una verdadera rendición de cuentas.  Esta agenda puede marcar la diferencia para reivindicar al ámbito público con la sociedad. No obstante, tampoco es claro cómo se irá instrumentado, más allá de la voluntad y la moral. Es momento de dar un voto de confianza y, al mismo tiempo, seguir muy de cerca cada una de las decisiones que se vayan tomando y levantar la voz cuando se ponga en riesgo cualquier espacio que ya hemos ganado. Los contrapesos son fundamentales para evitar que las instituciones sigan capturadas.

Liliana Veloz Márquez
Directora Ejecutiva
Red por la Rendición de Cuentas