Si lo pongo en términos chistosos, lo pondría así: ¿soy rico o nutritivo? Esta es una genialidad de la publicidad que proyectaba a un cuadrito de cereal que por un lado tenía azúcar glas, lo delicioso, y por el otro, los trozos de grano integral, lo nutritivo. Y sentado en un diván este personajito cereal se preguntaba si era rico o nutritivo. Quizá eso mismo nos preguntemos sobre nuestro sistema de justicia penal: ¿Es efectivo o es respetuoso de los derechos humanos? ¿Canijo, o alineado a nuestras expectativas de protección de derechos? Esto es un dilema falso si lo planteáramos en sociedades democráticas. Cuando los sistemas de justicia están muy avanzados, no hay dilema entre la eficacia y la protección de derechos. Son parte del mismo procedimiento. ¡Qué gloria!
En México se ha planteado siempre como un dilema. ¿Somos ricos o nutritivos? ¿Canijos o civilizados? Recuerdo mis intercambios en un programa de televisión con el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Mancera, en una mañana con Loret. Mancera era de los mandatarios estatales que sostenían una especie de rebelión contra el sistema de justicia penal por el estándar que establecía en el proceso penal. Un estándar de prueba más alto por parte del Ministerio Público para poder llevar a un juicio y resultar exitoso. Como jefe de Gobierno y exfiscal sostenía que el estándar no era viable, alto para las capacidades de la procuración de justicia de la ciudad. ¿Qué diría hoy si fuera un indiciado? El entonces jefe de Gobierno está a poco tiempo de perder el fuero. Pienso que hoy podría avalar los argumentos que puse en la mesa en aquella reunión porque protegería sus derechos. Como quisiera que los míos fueran protegidos en cualquier momento. Como quisiera que se respeten los de cualquier mexicano que esté vulnerable.
Pero la disyuntiva existe. Derechos o eficacia.
En México Evalúa llevamos años siguiendo la evolución del sistema de justicia penal. Fuimos parte de la coalición que promovió la reforma penal como con el entendimiento de que era parte de un proceso civilizatorio. Uno en el que avanza la protección de nuestros derechos. Por eso en esa reforma prevalecieron principios íntimamente relacionados con derechos a la presunción de inocencia y un debido proceso legal. En retrospectiva me congratulo de aquel acuerdo. Sus detractores podrán decir muchas cosas, nada que vulnere aquella aspiración de salto cuántico a un estadio de desarrollo político e institucional de protección de derechos y límites de abuso al poder. Un festín para quienes creemos en esto.