Falta menos de una semana para iniciar el nuevo sexenio con Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República. Su triunfo en las urnas el pasado 1º de julio fue resultado de un intenso trabajo que vino realizando en todo el país por más de 12 años, durante los cuales en dos ocasiones intentó llegar a la presidencia. Si algo debe reconocerse es que, a lo largo de este tiempo, López Obrador recorrió todo el país y se dedicó a escuchar las preocupaciones de la gente.

Su discurso ha puesto de manifiesto la profunda desigualdad que se vive en México, la cual se ha ido agudizando por los pobres resultados que se han tenido en prácticamente todos los ámbitos: pobreza, educación, salud, seguridad, así como la ineficacia en la impartición de justicia, defensa a los derechos humanos, combate a la corrupción y a la impunidad. Son muchos los problemas que aquejan a México y con el inicio de este nuevo sexenio se abre una ventana de oportunidad para lograr que la ciudadanía pueda ver un cambio de estrategia que contribuya con cambios de fondo en beneficio de todo el país.

La visión de cómo deben afrontarse las decisiones de política en el equipo de transición ha generado incertidumbre. Esa práctica arraigada que se tiene en el país con la idea de iniciar cada sexenio de cero en la atención de todos los problemas públicos debe corregirse, si lo que se busca es avanzar en la consolidación de mejores estrategias. Por supuesto esto no significa ajustar lo que sea necesario, pero debe revisarse a fondo qué sí funciona y conservarlo, el resto ajustarlo para seguir avanzando.  Como ejemplo, basta voltear a ver los avances que se han tenido en materia de transparencia, acceso a la información, fiscalización y combate a la corrupción.

En los últimos años se tomaron decisiones importantes en el fortalecimiento de los contrapesos institucionales que se requieren para tener una sociedad vigilante e instituciones que contribuyan a la rendición de cuentas de las decisiones que se toman en el ámbito público. A pesar de los problemas que puedan tener y que, por supuesto hay prácticas que se pueden mejorar, es importante tomar en cuenta que México tiene un diseño institucional robusto en esta materia y que debe cuidarse para garantizar que los ciudadanos puedan dar seguimiento puntual a cada una de las decisiones que se toman. Hoy en día, también contamos con un Sistema Nacional de Fiscalización que debe fortalecerse, pero que con la creación del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) se le dio forma y también hay un esquema de participación ciudadana permanente en el SNA que lo que busca es que la sociedad pueda seguir de cerca el trabajo de combate a la corrupción.

Preocupa que el discurso durante todo este periodo de transición no se ha encaminado en la importancia de fortalecer dichos sistemas. Tampoco su destino es claro, ni se habla de la relevancia que tienen estos sistemas en el seguimiento al quehacer gubernamental. Es importante lograr cambios respetando a las instituciones ya existentes. Por supuesto, en cada cambio de administración hay ajustes que se hacen, pero el riesgo de perder lo que se ha avanzado y de que rinda sus primeros frutos está latente. Si esta nueva administración logra que la rendición de cuentas se convierta en un eje transversal para todo el ámbito público de México, seguramente se marcarán cambios sin precedentes para reivindicar al mismo con la sociedad. Habrá que estar pendientes de las decisiones que se vayan tomando y levantar la voz cuando se ponga en riesgo cualquier espacio que ya se haya ganado. Los contrapesos son fundamentales para evitar que las instituciones sigan capturadas.

Liliana Veloz Márquez
Directora Ejecutiva
Red por la Rendición de Cuentas