El salario mínimo en México es miserable. ¿Quién puede alimentarse, transportarse, pagar una renta, mantener un hijo, obtener atención médica, y al final de la jornada sonreír, con un ingreso de 67.29 pesos diarios? Ese es el precio más bajo autorizado en la ciudad de México por 8 horas de trabajo. Para Querétaro, Puebla o Morelos el tabulador es aún peor: 63.70 pesos por día.

Coneval, la institución que mide la pobreza, dice que una persona no puede distanciarse de la miseria con esa cifra. En México, para cubrir las necesidades alimentarias de un trabajador se requerirían, al menos, 168 pesos diarios y para sufragar otras necesidades básicas, como la vivienda, el ingreso base cotidiano debería ser de al menos 350 pesos.

Debajo de esos umbrales el trabajador y su familia están condenados a vivir con carencias.

Los defensores del status quo dicen que nadie en el país gana el salario mínimo. Es falso, de acuerdo con el INEGI alrededor de 6 millones y medio de personas padecen un ingreso próximo a esa cantidad y alrededor de 22 millones rondan 2 y 3 salarios mínimos, es decir que están entre los 134 y los 203 pesos diarios.

El precio que se paga por el trabajo es la explicación principal de nuestra desigualdad. También resulta variable para entender porqué el país cayó 14 lugares en el indicador de Desarrollo Humano del PNUD, entre 2013 y 2014. Hoy ocupamos en este rubro el lugar 71, entre la naciones del orbe.

En México, 32.7 millones de trabajadores obtienen un sueldo insuficiente para vivir con dignidad económica. El total de personas que laboran en el país —la PEA— es de 56.5 millones. Es decir que 6 de cada 10 trabajadores sufren un ingreso precario.

México y Venezuela son las dos únicas naciones de América Latina donde, entre 2007 y 2012, el salario mínimo mostró un retroceso en términos reales.

Resulta extraño que la economía número 13 del mundo, sea la misma dónde se pagan tan bajos salarios. Cuando se calcula el ingreso por persona (PIB per capita), la economía mexicana se ubica en el lugar 88, entre las naciones. ¿Cómo es posible que un país que en su conjunto produce una riqueza grande (1.7 billones de dólares anuales) exhiba al mismo tiempo un ingreso per capita tan pequeño (562 pesos diarios, promedio, por persona)?

La respuesta a esta pregunta está ligada con el precio que se paga en nuestro país por el trabajo.

Los economistas ortodoxos aseguran que el salario en México es reducido porque así lo determinan la oferta y la demanda. Razonan que si la productividad de los trabajadores creciera, entonces podríamos ver un aumento en los ingresos. Profetizan también que si el Estado interviene, mientras tanto, para modificar artificialmente el precio del trabajo, se provocaría una crisis indeseable.

Cabe aclarar que el Estado ya interviene en México y en muchos países porque es el responsable de fijar el precio del salario mínimo.

Sin embargo, aquí, cuando el Estado lo hace, considera criterios que van más allá de la oferta y la demanda laboral.

En nuestro país se cometió el error de vincular, por ejemplo, las multas de tráfico, las fianzas que exige el juez, las sanciones pecuniarias de la autoridad administrativa y un larguísimo etcétera de penalidades con el salario mínimo.

Por tanto, si éste se multiplicara, como resulta razonable después de escuchar al Coneval, la economía mexicana enfrentaría un alza generalizada y peligrosa de precios. De tal argumento está enterada la Comisión Nacional de Salarios Mínimos que fija el pago por trabajo.

Al cometer el error de indexar —contra el salario mínimo— multas, sanciones y tarifas, se ancló a la baja el ingreso de los trabajadores mexicanos. Deberíamos exigir la desindexación para que el salario mínimo realmente tenga como punto de equilibrio la oferta y la demanda del mercado laboral.

Hay más que decir sobre este tema. Acaso lo más importante al respecto es lo que tiene que ver con el salario y la productividad. En la próxima entrega abordaré esa otra coordenada.

Fuente: El Universal