El 2019 fue un año muy importante en términos de la visibilización de la violencia de género contra las mujeres y quienes transgreden el mandato heteropatriarcal. A continuación, enlisto algunas de las protestas o denuncias más destacadas, y las respuestas violentas que se han desencadenado en contra de las mujeres que han organizado o participado en ellas, como una forma de resistencia de quienes sienten amenazada la masculinidad hegemónica y el orden social que la sostiene, para terminar reflexionando sobre la importancia de la intervención del Estado frente a las amenazas y la escalada de violencia patriarcal.

En marzo de 2019, mujeres de distintos gremios denunciaron las formas de violencia sexual cometidas de manera cotidiana a través del #MeToo México. Desde entonces, otros sectores han venido procesando y denunciando, a su ritmo, la violencia que hasta hace poco se había normalizado.

En agosto del 2019 cientos de mujeres y colectivas realizaron una serie de marchas y protestas en la Ciudad de México frente a las denuncias de violencia sexual cometidas por policías, con el hashtag #NoMeCuidanMeViolan. Estas protestas señalaron la responsabilidad del Estado por acción y por omisión, al no investigar y sancionar a los responsables. En una de las manifestaciones, una mujer lanzó glitter rosa al Secretario de Seguridad Ciudadana como forma de protesta frente a la falta de respuesta de las autoridades, y la diamantina se convirtió en un símbolo de las protestas feministas.

En noviembre del año pasado se realizó una marcha en el marco del Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. Llama la atención que gran parte del debate se centró en las pintas que las mujeres realizaron sobre monumentos de la CDMX en lugar de los reclamos contra la violencia de género y los feminicidios. En enero pasado también se llevó a cabo una marcha en protesta por los feminicidios de dos activistas feministas, Isabel Cabanillas y Yunuén López.

Después de todas estas denuncias y protestas, las mujeres que las organizaron o participaron han recibido agresiones y amenazas, muchas de ellas en el ámbito digital, por hombres que sienten amenazadas las relaciones de poder que fundan su masculinidad. Esta violencia viene a reforzar aquello de que la denuncia de las mujeres desestabiliza y amenaza. Tiene un fin moralizante, pedagógico: poner a las mujeres en su lugar.

En este sentido, se puede hacer un símil entre el momento histórico que vivimos y la historia personal de las mujeres que viven violencia a manos de su pareja. Es sabido que el momento más peligroso para la mujer es cuando toma la decisión de separarse, pues el agresor recurrirá a formas cada vez más violentas para controlarla y evitar que se vaya.

De ahí que vivimos un momento de mucha energía feminista en el que miles de mujeres, sobre todo jóvenes, han logrado contagiar la indignación por la violencia que hasta hace poco se había normalizado. Pero también es un momento peligroso, en el que los hombres que no tienen la capacidad o la voluntad de cuestionarse pueden emprender una cruzada para reafirmar su potencia y someter a las mujeres a través de la violencia sobre sus cuerpos.

En este contexto, llegamos a la convocatoria que organizaciones feministas han realizado para la marcha en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el próximo 8 de marzo, y contra la violencia y el feminicidio. En días recientes se conocieron amenazas de ataques con ácido en contra de las mujeres que participen en la marcha, como una forma de control y de violencia en contra de quienes, precisamente, están denunciando la violencia hacia las mujeres.

Las mujeres no tenemos porqué vivir con miedo, ni en la casa ni en el espacio público que nos hemos ganado con la lucha de miles de mujeres en el mundo. Es nuestro derecho tomar las calles para denunciar la violencia, exigir nuestros derechos y vivir esos destellos de la libertad que nos ha sido arrebatada. Es responsabilidad de las autoridades garantizar ese derecho para que marchemos sin miedo. Si las amenazas no son investigadas y esclarecidas, y los responsables sancionados, serán cómplices, una vez más, de la violencia contra nosotras, defensores de las piedras y del orden patriarcal.

Por: Ximena Antillón es investigadora en el programa de Derechos Humanos y Lucha contra la Impunidad de @FundarMexico.

Fuente: Animal Político