La importancia de las instituciones radica en que si estas funcionan bien, el daño que pueden hacer los incompetentes y los locos está limitado.
No deja de sorprenderme la baja calidad de los debates presidenciales. Por otro lado, no puedo ni debo quejarme, porque el debate del domingo tuvo algunos detalles de política pública y no solamente intercambios de desprestigios, como en otros años.
El protagonista del debate fue el reloj del INE. Es un buen símbolo de la importancia de las instituciones. Si estas funcionan bien, el daño que pueden hacer los incompetentes y los locos está limitado. La cara de póker de Claudia, la mala preparación para el debate de Xóchitl, y la sonrisa de Máynez pueden afectar menos a la República si esta tiene instituciones sólidas que aseguren mínimos razonables de bienes y servicios públicos y un país funcional. Al menos, el reloj debe servir.
Para tener instituciones funcionales aisladas del péndulo de la política, hay que tener un servicio civil. Tarea difícil; a Inglaterra le tomó doscientos años. Los estadounidenses, desde la Guerra Civil hasta la Primera Guerra Mundial, también batallaron con este tema. Ojalá a nosotros no nos tome tanto tiempo.
Un buen servicio civil requiere talento bien remunerado y evaluado constantemente, sujeto a concursos de oposición.
En el libro Con la mirada hacia adelante, en el cual participé, identificamos algunas reglas importantes para construir servicios civiles. Échele un ojo. Le cuento algunas de estas ideas.
Niskanen, hace unos 50 años, fue el primero en encontrar los impulsos racionales de los participantes en los asuntos públicos. Los burócratas tienden a comerse el presupuesto y pedir más, sin importar si cumplieron con los fines encomendados. Los políticos tienden a buscar posiciones de mayor influencia, prestigio y poder que la que detentan actualmente. Desde las gradas, los electores premian y castigan a los políticos y se quejan de los burócratas, pero su influencia en el entorno público es limitada.
Una democracia fuerte es clave para mejorar la calidad de la clase política y de quienes participan en el servicio público. Con los políticos, el mecanismo es bastante obvio: el voto los premia o castiga. Con los burócratas, es más difícil. No es deseable que gente muy especializada, como los ministros de la Corte, o los especialistas en política monetaria, o los diplomáticos, estén sujetos al voto popular.
Hay que poner candados legales a qué calificaciones debe tener quien detenta ciertas posiciones, y asignarle un presupuesto adecuado. No tiene que ser muy caro. Tener burócratas de clase mundial cuesta menos de un punto porcentual del ingreso nacional. El administrador de la deuda pública de México tiene que ser un profesional de la industria financiera de la mejor calidad posible. El director de Pemex tiene que ser un ejecutivo petrolero de primer nivel que pudiera trabajar en cualquier empresa petrolera del mundo.
Un servidor público debe estar bien remunerado. Ciertamente, el servicio público no debe darle a alguien lo que obtendría por ganancias de capital en negocios de alto desempeño; pero los servidores públicos de carrera tienen que ser los mejores en su profesión en México e incluso en el mundo.
Singapur, que no es muy democrático que digamos, tiene un servicio civil de excelencia. En ese país, las posiciones burocráticas están sujetas a competencia, y es un verdadero honor participar en el servicio público. Los funcionarios allá podrían trabajar en una multinacional con remuneraciones muy altas, porque el gobierno singapurense compite en el mercado laboral por los mejores talentos.
Hace años, Pablo Majluf publicó en Letras Libres un artículo intitulado Juárez no era austero. En dinero de hoy, el político y abogado mexicano habría cobrado el equivalente a 1.2 millones de pesos por mes. En la honrosa medianía del precario y sobregravado mercado laboral mexicano, los 80 mil pesos de un burócrata mexicano actual parecen mucho dinero. Pero, con ese pago, no podremos tener burócratas ni de cerca tan capaces como los de Singapur.
Hoy, en el ITAM, estaré en una mesa a las seis y media de la tarde, en el tercer piso de la Biblioteca Raúl Bailléres, presentando el libro Con la mirada hacia adelante, con el ministro en retiro José Ramón Cossío y Guillermo García Alcocer. Harán comentarios Valeria Moy, del Imco; Miguel Messmacher, del ITAM y Carlos Serrano, de BBVA. Estará moderando la discusión Héctor López Gallegos, de la asociación de exalumnos del ITAM. Si nos quiere acompañar, por favor regístrese aquí.
Fuente: El Financiero