En los últimos años diversos proyectos de desarrollo, principalmente a nivel local, han señalado la participación ciudadana como un elemento clave para la obtención de resultados. Y aunque en algunos países intervenciones exitosas han logrado suplir deficiencias en la entrega de servicios, pocos son los casos que realmente han logrado constituir cambios de política pública de largo aliento.
No es la falta de creatividad, de compromiso o de especialización por parte de las organizaciones que han encabezado estos esfuerzos. Algunos proyectos han tenido un efecto significativo en la entrega y mejora de servicios públicos (http://internationalbudget.org/what-we-do/major-ibp-initiatives/learning-program/case-studies/). Pero en general, se han identificado tres problemas en la forma en la que los llamados proyectos de rendición de cuentas social se han estructurado y puesto en marcha. En primer lugar, se trata de deficiencias en la forma de articular e identificar incentivos tanto por parte del gobierno como por parte de los ciudadanos al momento de ampliar los espacios de participación; en segundo lugar, se trata de la falta de sistematización de experiencias y de aprendizajes; finalmente, las intervenciones de organizaciones o de grupos de ciudadanos se limitan o a una esfera externa o solamente una parte del problema (entrega de servicios) por lo que es frecuente la ausencia de vínculos de cooperación con actores relevantes para el proceso de política pública. Todo esto sucede en un ambiente de mutua desconfianza y de ruptura del vínculo representativo.
Todo ello hace pensar que es necesario avanzar en nuevas estrategias que tomen en cuenta el contexto político y que por un lado, vinculen a la ciudadanía con las instituciones y por el otro, las iniciativas de rendición de cuentas social amplíen su intervención a la construcción de condiciones para el éxito. John Gaventa, académico del Instituto de Estudios para el Desarrollo ha señalado que un buen punto de partida puede ser el transitar hacia procesos de democracia deliberativa fortalecidos en los cuales se busque: atender problemas tangibles, se amplíe el margen de discusión hacia la ciudadanía afectada por estos problemas y se construyan las soluciones a través de mecanismos de deliberación multisectoriales (representantes, instituciones y sociedad). Esto se puede lograr si se obtiene un liderazgo en el proceso de toma de decisiones, se crean vínculos formales de responsabilidad, distribución de recursos y acceso a la información y si se involucran instituciones de estado que quieran guiar estos esfuerzos. Esta ruta, representa un desafío y podría modificar sustantivamente las agendas y los espacios de cooperación entre instituciones y organizaciones sociales. (http://www.undp.org/content/dam/undp/documents/partners/civil_society/publications/2013_UNDP_Reflections-on-Social-Accountability_EN.pdf)
Conscientes de este escenario, un importante grupo de fundaciones internacionales, académicos y organizaciones sociales – tanto locales como internacionales – están buscando darle un nuevo enfoque a sus estrategias e intervenciones. Ya no se trata solamente del gran diseño para vincular participación y democracia sino que estamos hablando de resultados concretos orientados a la igualdad de condiciones y a la generación de modelos que eviten la cooptación de agendas. Poder concretar este cambio implica abandonar la autocomplacencia. El simple hecho de que este grupo exista es en sí una buena noticia.