Tras el triunfo de Morena en el Estado de México sobrevino un ambiente de desánimo e incluso rendición entre muchos opositores y analistas; partían de la premisa equivocada de que el 2024 pasaba por 2023. Yo siempre dije que eso no era así, ni lo ha sido. La lógica de las elecciones estatales nada tiene que ver con las federales (como se vio en 2021). Para lo cual era imprescindible presentar un método para seleccionar al abanderado opositor que permitiera incluir la participación directa ciudadana. Costó trabajo, pero al final los partidos aceptaron incorporar esta figura (combinada con encuestas). Eso abrió de nuevo la esperanza, pero además coincidió con la decisión de Xóchitl Gálvez de participar en la elección presidencial, y no en la capitalina.
Siempre pensé que ella tenía muchos atributos que la podrían hacer muy competitiva para 2024 (no sólo su origen y trayectoria de vida, como se ha debatido), pero sí me sorprendió la respuesta de numerosos ciudadanos, opinadores y conductores que abierta o veladamente le han dado su apoyo. Ha sido entrevistada en estas semanas más que todos los demás aspirantes en meses. AMLO le ha ayudado mucho de manera involuntaria, primero negándole el derecho de réplica, que ella aprovechó muy bien (apareciendo como valiente y exhibiendo al presidente como cobarde). Después, la maquinaria morenista ha concentrado su crítica en ella, lo que se traduce en una especie de “cargada inversa”, es decir, la atención que se le pone (así sea negativa) la impulsa aún más y le ayuda en sus posibilidades de ser “la buena”. Y para finalizar, AMLO la señala como la candidata de la oposición, presuntamente como producto de un dedazo como el que se va a practicar en Morena
Pero no; si acaso Xóchitl gana la candidatura (falta todavía), será resultado del “dedazo ciudadano”, no de la decisión de las élites. Incluso, varios analistas críticos del obradorismo consideran que esas élites podrían obstruir a Xóchitl, justo por no ser su preferida. En tal caso (que no descarto del todo), ya no podrán hacerlo, pues el método asegura que serán los ciudadanos, y no las cúpulas, las que tomarán la decisión.
El hecho es que AMLO ya registró el gran desafío que le representa Xóchitl, y que incluso podría ser suficientemente competitiva como para ganar la presidencial. Ante lo cual quizá considere que su mejor carta ante ello no es Claudia Sheinbaum, quien se ve muy floja y débil frente a alguien como la hoy senadora. Imaginemos un debate con Xóchitl planteando varios de los yerros y fracasos de este gobierno con conocimiento de causa, y como respuesta la retahíla de descalificaciones ideológicas que utiliza AMLO, por parte de Claudia. Me parece que quien mejor podría enfrentar a Xóchitl, de confirmarse como candidata, sería Marcelo Ebrard. No es que tenga garantizado tampoco el triunfo, pero sí que podría ser más competitivo frente a Xóchitl, sobre todo si ella sigue creciendo como lo ha hecho estos días.
AMLO tiene varios problemas, pero al parecer no ha perdido su pragmatismo político; si su prioridad es que su partido no pierda la elección (por el desastre que eso sería para él por muchas razones), ¿Qué sería más racional?, ¿perder con Claudia Sheinbaum, casi con seguridad, o dar la batalla, aún con probabilidades de triunfo, con Marcelo Ebrard, por más que considere a éste como el Ávila Camacho, más centrista, moderado y con disposición a corregir su proyecto? Supongo que la respuesta es claramente lo segundo.
Ese escenario (que no pronóstico) dependerá de dos cosas: A) Que en efecto Xóchitl siga creciendo hasta consolidarse como la candidata opositora, y con la fuerza suficiente como para desafiar al abanderado(a) de Morena; B) Que AMLO vea que, bajo tales circunstancias, más le convendría ganar con Marcelo (o al menos tener más probabilidades para ello) que perder casi con seguridad con su favorita, Claudia. Paradójicamente, lo que está sucediendo del lado opositor podría serle muy benéfico a Marcelo.
Fuente: El Universal