El miércoles pasado fuimos testigos de un brutal enfrentamiento entre los pobladores de San Bartolo Ameyalco y los policías que resguardaban la obra hidráulica que instalaba un tubo de agua potable para beneficio de dichos pobladores.
Las imágenes que circularon por los medios mostraron a una población enardecida, armada con piedras arrancadas del pavimento, que atacaban a policías reducidos a la defensiva. El resultado fue cerca de 100 agentes policiacos lesionados y 5 heridos de gravedad. Esto llevó al delegado, Leonel Luna, a calificar el suceso de “brutalidad ciudadana”, es decir, en su opinión, era una actuación sin racionalidad alguna, pero también sin responsabilidad de las autoridades.
Está claro que quienes se llevaron la peor parte fueron las fuerzas policiacas que sucumbieron ante las agresiones de los vecinos de San Bartolo, pero las preguntas que resultan pertinentes son: ¿ por qué si se trataba de una obra hidráulica que redundaría en beneficio de los pobladores, fue necesario enviar a un contingente policiaco a resguardarla? Si la obra sólo era una extensión de la tubería de agua potable del Camino Viejo a Mixcoac, por qué el rechazo de la población?
Tengo para mí que lo que provocó esta “guerra por el agua” proviene de una falta de información precisa, clara y consistente de las autoridades sobre lo que se perseguía con la nueva tubería de agua potable. El gobierno del Distrito Federal explicó que los agresores fueron empujados por los dueños de las pipas que distribuyen el agua en la colonia y que verán afectados sus intereses con la nueva red primaria que los hará innecesarios. Los pobladores sostienen que la obra los despojará del agua del manantial que siempre ha alimentado a la zona y que ahora se desviara a Santa Fe. Así, existen dos explicaciones contrapuestas sobre el objetivo del ducto de agua potable.
El jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera argumentó que los vecinos de San Bartolo estaban al tanto de las obras, pero el gobierno sabía del posible conflicto que eventualmente desatarían y de la necesidad de adelantarse a la explosión del enfrentamiento, lo que es obligación de la autoridad.
Apostar exclusivamente a la fuerza pública para contener el conflicto fue una mala estrategia del gobierno de la ciudad. El antídoto preventivo es información y más información y existen interesantes ejemplos internacionales.
En la India se ha ensayado una fórmula muy original para informar a la población sobre el ejercicio del presupuesto en localidades. Se pintan las bardas públicas con los datos sobre las asignaciones, sobre cómo se van gastando los recursos y sobre qué avances hay en las obras para que todos puedan tenerlos a la vista. Estos muros informativos permiten que la población le dé seguimiento a los compromisos de la autoridad, manteniendo una interacción fluída entre sociedad y gobierno.
Detrás de este mecanismo tan creativo está una visión de cercanía con la gente como plataforma básica de la gestión gubernamental. No se trata sólo de cumplir con dar información sobre una obra en proceso, sino de establecer una comunicación día a día con la comunidad local, algo que era indispensable en Ameyalco, si de lo que se trataba era de neutralizar a los intereses oscuros de los “piperos”.
Las agresiones de los pobladores a los policías no se justifican y deberán de ser castigadas, ubicando a los responsables de la barbarie. Empero, el hecho de que el conflicto se haya centrado en el suministro del agua que es hoy el “oro transparente” obliga a sacar lecciones del suceso para evitar futuras explosiones de violencia, pero sobre todo para construir una nueva forma de relación entre la sociedad y el gobierno.
Fuente: El Universal