Es histórica la manifestación de los principales mandatarios europeos en París el día de ayer, en repudio al atentado en contra del semanario francés Charlie Hebdo, pero es apenas proporcional a la gravedad del salvaje ataque perpetrado por extremistas islámicos. El brutal asesinato de 12 periodistas y dibujantes del comité editorial del semanario de sátira política no solamente agravia a la sociedad y al Estado franceses, sino que es un golpe al corazón mismo de los valores de Occidente. Es una agresión a uno de los principios esenciales de la civilización como son la tolerancia y el respeto a diversas formas de pensamiento que son ya una herencia universal de la humanidad.

El hecho de que Francia sea la cuna de estos valores y que sea el país europeo con la población musulmana más elevada —asciende a cinco millones— redobla el simbolismo de este acto de barbarie. De ahí que el reto del Estado francés sea hacer frente a la creciente amenaza yihadista, deteniendo a los agresores y dando seguridad a la población, a la vez que preservar los valores de la pluralidad y la convivencia pacífica entre diferentes. El gran desafío es perseguir y castigar a los fundamentalistas islámicos para mantener vigentes las libertades, al tiempo que controla e inhibe las reacciones xenófobas y racistas de grupos nacionalistas y antimusulmanes como el Frente Popular que ha venido ganando terreno entre el electorado francés, alimentando sentimientos de exclusión y de rechazo a migrantes de muy diverso signo.

Es cierto que las expresiones satíricas e irreverentes, características de Charlie Hebdo, pueden generar enojo y rabia entre algunos sectores de la población que se sienten afectados en sus creencias y rituales religiosos, pero proteger celosamente tales manifestaciones es la única forma de darle vida al derecho a la crítica y a la libertad de prensa que debe garantizar cualquier sociedad que reivindique el espíritu de apertura y de convivencia pacífica de lo diverso.

Las respuestas de solidaridad con Charlie Hebdo por parte del diario Liberation para darle continuidad a la labor del semanario da cuenta de que frente al mensaje de terror que pretende inhibir o cancelar la crítica y que busca provocar la autocensura de la prensa, la salida es no quedar secuestrados por el miedo, sino pugnar por la causa de la libertad de expresión que es quizá la madre de los derechos fundamentales.

A pesar de que nuestro país está lejos de participar de las amenazas del fundamentalismo islámico, los asesinatos y secuestros a periodistas evidencian que la libertad de prensa y de expresión están acosadas en el contexto de la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado que vivimos.

Aunque carecemos de estadísticas comprensivas acerca de la violencia contra periodistas, de acuerdo con datos de la PGR, recogidos por Periodistas Sin Fronteras, entre 2000 y 2014 se registraron 102 periodistas asesinados y desde 2005, 22 desaparecidos. Sabemos también que las agresiones a comunicadores y a instalaciones de medios se cometen, sobre todo, en contra de periódicos locales que cubren los temas de corrupción, violencia y seguridad pública y que el problema más grave es que dichos ataques quedan impunes. Aunque en 2006 se creó la Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos contra Periodistas de la PGR, hasta la fecha no se ha impuesto una sanción penal a un solo responsable de este tipo de delitos.

Las manifestaciones masivas de repudio al salvajismo de los atentados deben servirnos para recordar que una prensa libre y crítica no milita en contra de las religiones de distinto signo, sino que es indispensable para resguardar un tejido social diverso, pero tolerante y que la voz decidida de los ciudadanos es una fuerza capaz de defenderla.

Fuente: El Universal