En el movimiento en el que participo desde el 2016, hace tiempo que nos planteamos construir una cultura de paz. De la deliberación que hemos sostenido y de los seminarios que se han impartido para sumar voces y liderazgos a esa causa (www.nosotrxs.org) retomo cinco lecciones que me gustaría compartir con urgencia, a la luz de la expansión implacable de la violencia vocal, política, mediática y física que está minando la vida de México.

La primera es que la paz no el opuesto de la violencia física (o no sólo eso), sino la construcción de un entorno de convivencia armoniosa. Como en tantos otros temas que alteran la vida pública, los homicidios, los feminicidios, los secuestros, los robos, las extorsiones, los enfrentamientos armados y todas las demás variantes de esa forma contundente de la violencia no son sino el efecto de las causas que la producen. De modo que afirmar que hay más paz cuando se contiene con armas a la violencia física es un error que se paga, literalmente, con sangre.
Como la paz porfiriana de finales del Siglo XIX, que contuvo la violencia a cambio de los sepulcros, o como la estrategia que emprendió Calderón al principio del Siglo XXI. La paz es una forma de convivencia: es una cultura, no una frágil situación temporal cogida con bayonetas.

Para leer columna completa: Clic aquí