Uno de los modelos de comportamiento estratégico más interesantes consiste en limitar deliberadamente nuestras alternativas y “atarnos de manos”. Hay varios ejemplos de esta estrategia. El más célebre es la leyenda según la cual Hernán Cortés decidió quemar los barcos que lo trajeron a las costas de Veracruz, de forma que sus hombres no tuvieran más alternativa que seguirlo a la conquista de Tenochtitlán. La lección es simple: cuando nosotros mismos acotamos nuestros márgenes de discrecionalidad, mandamos la señal de que nuestras intenciones son serias, y con ello nos aislamos de presiones que podrían desviarnos del rumbo fijado.

Algo así se propusieron los senadores al nombrar un comité de expertos, del que tuve el honor de formar parte, para acompañar el proceso de selección de los siete comisionados del IFAI. La principal tarea de este comité fue evaluar los perfiles y las comparecencias de los candidatos, e integrar una lista, que resultó ser de 25 nombres, que incluyera a aquéllos mejor evaluados y con un perfil idóneo. Los senadores acertaron con esta decisión. Las presiones de los grandes “padrinos” de nuestra clase política arrecian en torno a nombramientos tan codiciados como estos. Por lo tanto, el comité de expertos fue útil para evitar la integración de un pleno de comisionados improvisados pero bien apadrinados.

Sin embargo, en política los compromisos son casi inevitables, y el Senado no se ató de manos completamente. En primer lugar, la lista elaborada por el comité no tuvo un carácter vinculante. Aunque hubiera sido escandaloso (y desastroso para la reputación del nuevo pleno del IFAI), los senadores podrían haber tomado la decisión de seleccionar exclusivamente a personas no favorecidas por la evaluación del comité de expertos. Afortunadamente esto no sucedió. Seis de los siete seleccionados figuraban en la lista que propusimos. Los senadores sólo se permitieron hacer una excepción: Rosendo Eugenio Monterrey, quien presidió el Instituto de Transparencia del Estado de México, y ha sido señalado como cercano al presidente Peña Nieto.

En segundo lugar, se nos pidió explícitamente que no elaboráramos un ranking (es decir, que entregáramos un listado de los candidatos que tenían nuestro aval, ordenados alfabéticamente, y sin indicar las calificaciones que obtuvieron dentro de nuestra evaluación). Como consecuencia, algunos de los nombres que generaron mayores coincidencias entre los expertos brillaron por su ausencia en la selección final de los senadores. Estos “pesos pesados” de la transparencia probablemente hubieran estado en mejor posición para consolidar la autonomía del IFAI.

Con todo, los candidatos seleccionados son personas con una trayectoria destacada. La mayoría tiene experiencia en organismos locales de acceso a la información. De modo que las mañas de los servidores públicos -por regla general reacios a entregar información- no los tomarán por sorpresa. Desafortunadamente, a los nuevos comisionados no se les identifica tanto como especialistas prestigiados, como por sus vínculos políticos. Con o sin razón los medios ya los etiquetaron como comisionados amarillos (Cano y Guerra); azules (Acuña, Puente y Salas); o tricolor (Kurczyn y Monterrey); aunque el acuerdo no es unánime sobre las supuestas simpatías de Acuña, Puente y Kurczyn.

En resumen, el proceso de selección de comisionados del IFAI exhibió las virtudes y las limitaciones características de nuestra democracia. Por un lado, la autoimposición del comité de expertos por parte del Senado fue un gesto de madurez, que bien valdría la pena replicar para otros nombramientos en los que intervengan órganos legislativos, federales o estatales. Por el otro, la percepción de que los aspirantes abanderan causas partidistas refleja que nuestras instituciones, con contadas excepciones, todavía están lejos de contar con mecanismos meritocráticos para la formación de cuadros de alto perfil.

Sin embargo, el origen de los comisionados es sólo uno de varios factores que incidirán en la autonomía del nuevo pleno del IFAI. Coincido con Rogelio Gómez Hermosillo -un aspirante no electo, quien publicó un “posicionamiento ante la decisión del Senado”- cuando señala que corresponde a la ciudadanía exigir que el IFAI cumpla con su mandato constitucional. En particular, el seguimiento que los ciudadanos demos al desempeño de los nuevos comisionados, incluyendo sus votos en torno a resoluciones decisivas, será fundamental para avanzar hacia la consolidación de un IFAI plenamente autónomo.

@laloguerrero

Publicado en Reforma