La
integración de la Política Nacional Anticorrupción implica que en un
solo documento, cada integrante del Sistema cuente con líneas de acción
lo suficientemente claras, para tener la certeza de qué debe hacer para
contribuir a la lucha en contra de la corrupción. Esto no es tarea
sencilla. A más de tres años de creación del Sistema Nacional
Anticorrupción (SNA), no se ha logrado contar con la versión definitiva
de la Política Nacional en esta materia. Durante el pasado mes de abril,
el Comité de Participación Ciudadana del SNA presentó al Comité
Coordinador una propuesta, misma que la semana pasada aprobó por
unanimidad la Comisión Ejecutiva de la Secretaría Ejecutiva.
Si bien, es una buena noticia que se empiece a perfilar un documento que
pueda definir las estrategias de combate a la corrupción a nivel
nacional, las instancias encargadas de aprobar la versión final de la
Política deben cuidar al máximo que cuente con un problema claro a
combatir. De otro modo, se corre el riesgo de solo atender algunas de
las consecuencias de la corrupción y no ir a la raíz del problema. Es
urgente acabar con la simulación si se quiere atacar de fondo el
fenómeno de la corrupción.
La propuesta presentada habla de la corrupción como un problema de
“falta de capacidades para controlar la corrupción, entendida como un
orden social parcial y personalista” (CPC, 2019). Esta visión, diluye
el centro del problema, pues pareciera entonces que las soluciones
deberían estar centradas en dotar de capacidades a las instancias
involucradas y así, poder dar resultados; sin embargo, este problema que
se plantea es solo una arista del complejo fenómeno de la corrupción.
La propuesta que desde la Red por la Rendición de Cuentas se ha
impulsado y se presentó ante las instancias del SNA, define el fenómeno
de la corrupción como un problema de captura del Estado que se traduce
en la captura de puestos, presupuestos, decisiones y justicia. (Consulte
aquí la propuesta completa)
Entenderlo de esa forma, engloba no solo la falta de capacidades y, de
esa manera, se pueden establecer estrategias que permitan fortalecer la
autonomía e independencia de quienes tienen a su cargo la lucha
anticorrupción, así como eliminar espacios de discrecionalidad y diseñar
mecanismos de vigilancia ciudadana. Todo bajo un eje rector que permita
medir resultados en el combate a la corrupción.
Es urgente aprobar una política que defina acciones y responsabilidades
de manera clara y sencilla. No se debe olvidar que el alcance de esta
política es nacional, por lo que debe considerar la diversidad de
contextos que se enfrentan en todas las entidades de la República
Mexicana.
Liliana Veloz Márquez
Directora Ejecutiva
Red por la Rendición de Cuentas