En estos días, nuestros televisores proyectarán las maravillas que ocurren en los juegos olímpicos de invierno en China pero, como un inmenso telón de fondo, estaremos presenciando otra competencia, más decisiva, el esfuerzo de un enorme país por evitar cualquier contagio a través de su ingente política de “Covid cero”, que se mantiene contra viento y marea desde hace dos años, en enero de 2020.

Pero primero veamos los grandes números. En una sociedad que cuadriplica a la población de los Estados Unidos, se han verificado 140 mil contagios y 6 mil muertes. Leyeron bien. En una sola semana, en Estados Unidos han muerto más personas por Covid que en China a lo largo de toda la pandemia.

Y sí. Es difícil imaginar un modelo de gestión sanitaria más estricto y contundente, más masivo, tajante y también autoritario; pero los números están allí acreditando capacidad y competencia. Tal modelo se conoce como “cero Covid” y consiste en atajar cualquier transmisión o contagio de un solo golpe, a través de medidas como los cierres generalizados de ciudades enteras ante la primer detección, los confinamientos de 21 días para cualquier sospechoso y el uso obligatorio de cubrebocas.

Contrastar ese modelo de gestión con la política llevada a cabo, digamos en el periodo de Trump, resulta muy ilustrativo: coordinación intergubernamental, directrices únicas rápidas, medidas que suprimen libertades y una disciplina social severamente tutelada.

Para ser más claros veamos cuáles son las medidas sanitarias que el gobierno chino ha impuesto a los 3 mil atletas, entrenadores, equipos de apoyo y medios de comunicación del extranjero. En primer lugar, estar vacunados dos veces; quienes no lo estén, por alguna razón médica, debieron llegar 3 semanas antes para cumplir su cuarentena en observación; los recién llegados deberán exhibir dos pruebas negativas; todos los atletas se someterán a pruebas de Covid todos los días; no podrán entrar en contacto con la población local y los espectadores de los eventos serán “designados”, personas seguras, ni contagiadas ni transmisoras en los estadios.

¿Les parece muy estricto? Pues esa es precisamente la índole de la política “cero Covid”: la conducta social más restrictiva para que el bicho no tenga la menor oportunidad de saltar y columpiarse en el contacto con el extranjero, al que se le cierra el libre paso, y mucho menos permitir el “contagio comunitario”.

Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Vietnam, Japón, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán han ensayado variantes de esta misma política -tan asiática-, pero que ha representado mucho menos enfermedad y muerte que el mundo occidental.

En enero de 2022 Science publicó las críticas de epidemiólogos, gobiernos y periodistas científicos que han arreciado contra China por su propósito imposible: debe cambiar hacia una gestión administrada de contagio comunitario y admitir, que ha de convivir con un virus en las siguientes décadas. Pero el señor Mi Feng -portavoz de la Comisión Nacional de Salud de China- respondió el viernes: “el nuevo patógeno debe ser mantenido en una condición residual en tanto no culminamos nuestra política general de vacunación”. Es decir: para China, la inmunidad de rebaño no llegará por el contagio administrado (ese contagio permisible en tanto no se colapse el sistema de salud), sino porque llegarán primero, las vacunas a los antebrazos de mil 400 millones (ha alcanzado ya, al 85 por ciento de la población, dos veces).

En esa gran decisión se juegan muchas cosas más allá de China, que como se sabe, sigue albergando a una quita parte de la humanidad y es la fábrica de mundo que a pesar de todo, creció en 2020 y 2021, surtiendo de todo a todo el mundo, precisamente por los resultados de su política “cero Covid”.

¿Lo logrará? Quizás la organización de los juegos olímpicos se haya convertido en su prueba principal. Hay que verlos, también por eso.

Fuente: https://www.cronica.com.mx/opinion/proposito-imposible.html