El zopilote es un ave engañosa: verla volar es un espectáculo magnífico por la altura que suele tomar y por la elegancia con la que despliega sus alas cuyo plumaje oscuro termina con el color blanco. Desde la tierra, apenas se perciben los breves movimientos de esas extremidades fuertes y espléndidas que aprovechan el viento para girar suavemente y trazar círculos que, para los legos que no logran reconocer de lejos su especie, puede confundirse con el vuelo portentoso del águila.

Les gusta posarse sobre las ramas de los árboles fuertes. Y ahí, atentos al entorno que les rodea, tuercen el cuello rugoso y despojado de plumas y pierden la belleza que adquieren al levantar el vuelo. Como si se tratara de dos aves distintas, cuando se aquieta es fácil reconocer al zopilote por su falta de gallardía y ya casi nadie o muy pocos, inadvertidos, siguen confundiendo al águila con el buitre, que es el otro nombre con el que se conoce a esa ave. Y quien ha estado cerca de él, sabe que hiede, pues defeca sobre sus garras para aliviar el calor que lo agobia con la humedad de sus heces.

El zopilote es un ave carroñera que, en otra analogía que lo honra, posee vista de águila. Por eso vuela en círculos obstinados buscando con tenacidad la basura o los cadáveres que le servirán de alimento. También puede matar a otros animales pequeños, recién nacidos o incapacitados, pero sólo lo hace cuando no encuentra carroña que esté disponible. Los biólogos confirman que, a diferencia de los
halcones, el zopilote prefiere vivir de lo que ya está muerto. En este sentido, puede afirmarse que la estética de su vuelo se contradice con la abyección de su forma cotidiana de vida: mira de lejos, toma su tiempo, calcula y hasta que está seguro, baja a cebarse con lo que ya carece de vida. Mientras come, emite sin parar sonidos guturales y sisea como las serpientes.

Es único en su especie y su género es llamado Coragyps (que suena casi igual que la alocución: coraje, que es una virtud cardinal). La enciclopedia nos dice que su nombre viene “del Náhuatl tzopilotl, donde tzotl significa inmundicia y pilotl colgar, haciendo referencia a que al volar llevan colgando de sus garras la carroña”. La misma fuente explica que su nombre común: buitre, se deriva de la palabra en latín vultur, que significa “destrozador” y, por su aspecto en estado de quietud, suele producir la impresión de ser un ave mezquina; empero, el zopilote es un animal excepcionalmente social. Mientras que las águilas y los halcones suelen ser solitarios, el buitre negro americano o el gallinazo —como también se le conoce comunmente- vive rodeado de sus semejantes: he ahí otra forma de distinguirlo de otras aves notables pues, cuando vuela alto, siempre aparecen otros ejemplares de su especie, rodeándolo.

En el Diccionario General de Americanismos, Francisco J. Santamaría consignó la voz de “Zopilote Rey” describiéndolo como un animal “algo más grande que el común, de cabeza colorada, que ejerce influencia sobre los otros, pues le respetan y reconocen superioridad en todo”. Y también: Hacer las del Zopilote, contando que “la tradición popular explica que, cuando el diluvio universal, Noé envío a la paloma mensajera y como ésta tardara en volver envió por ella al zopilote, que se quedó comiéndose los cadáveres que encontró”.

El propio Santamaría da cuenta de que, en México, a esa ave también se le conoce como zope, shope, nopo o, en Tabasco, chombo; y de otra parte, nos informa que “zopilotear” significa comer con voracidad y, metafóricamente, burlarse de, devorar o destruir algo. Me recuerda la frustración de quienes, mirando a distancia a ese animal grande y potente e incapaces de reconocerlo a primera vista, preguntan: ¿Es eso un águila? No: es un zopilote.

Fuente: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/mauricio-merino/el-zopilote