Un cambio en el sistema educativo. Una reforma a la ley nacional de educación superior. Centralización de funciones, como la confección de los libros de texto de los ciclos básicos. La financiación de la investigación científica (una vez fue decidida por un cuerpo independiente de académicos) ahora corre a cargo y es suministrada por un incondicional, fanático del primer ministro Víctor Orbán. Y como cereza de todo, defenestrar a la Universidad de Europa Central (CEU), una de las mejores del subcontinente, fuera de Budapest y de toda Hungría.

Ese centro llegó a ser la principal escuela de posgrado del país, productor de cuadros clave para el propio gobierno de Orbán en el inicio de este siglo. Ahora, ellos mismos, no dicen ni pío ante la destrucción que atestiguan e incluso, promueven alegremente. Un clima zafio, grosero y amenazante rodea hoy la vida académica en Hungría, con recortes a los presupuestos de las universidades públicas, consideradas rémoras molestas de crítica al gobierno .

Durante la legislatura pasada, el período de enseñanza obligatoria se redujo de 18 a 16 años de edad y la deserción escolar aumentó justo en los peldaños previos antes de ascender hacia los niveles superiores.

Hungría alguna vez, tuvo el nivel más alto de matriculación universitaria de la zona poscomunista, pero por ahora es superada por casi todos los demás. Las que fueron grandes instituciones (como el ministerio de educación) se han degradado, sin proyecto cultural, para colocar ineptos leales. La principal biblioteca de ciencias sociales (creada en el CEU) tiene hoy dificultades de operación. Los libros de texto y los planes de estudio han estado en la diana del interés ideológico de aquel régimen: “El gobierno tiene bastante claro que la educación patriótica es tan importante como la transferencia de conocimiento”… los libros de historia de secundaria ubican a Orbán ya como una “figura fundamental de nuestra historia” y el rescate de “la homogeneidad de la nación húngara” es “el valor de rectoría de la enseñanza” (ver https://bit.ly/3JEeHEq).

Y su consecuencia: un millón de húngaros -sobre todo, clases medias- ha emigrado durante la última década. Es una tendencia que se veía venir, pero que la autocracia aceleró notablemente (tomen en cuenta que la población total de Hungría es de 10 millones de personas).

La libertad académica, un término que durante décadas hemos asumido como ”dado”, porque está en el centro de todo lo que la civilización occidental quiere ser (tolerante, deliberante, abierta al debate, atenta a las novedades, a las nuevas evidencias de la ciencia y la evidencia) se está evaporando unos años después, en una nación que apenas en el 2004 (cuando ingresó a la Unión Europea) parecía firmemente comprometida con ellos (ver la intervención de Andrea Peto, profesora del CEU, en Viena en el seminario “Libertad académica bajo ataque”, aquí https://bit.ly/3PcM0Q2).

Lo que resulta más inquietante para nosotros, es que esa Hungría, en un montón de aspectos, aparece como nuestro espejo. Las mismas fobias y las mismas destrucciones, obsesiones y objetivos, ahora también “educativos” para el pueblo. Un paralelismo alucinante del gobierno mexicano actual con la semidictadura, imitada por los populistas del mundo, como si todos quisieran seguir los pasos del exitoso autoritarismo blando, de esa reluciente autocracia de última generación.

Fuente: Crónica