Los artículos 71 y 72 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establecen el derecho de iniciar leyes o decretos al Presidente de la República, a los senadores y diputados federales y a los congresos locales en cualquiera de las dos cámaras que componen el Congreso federal (con el decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 9 de agosto de 2012, se abre la puerta para que los ciudadanos, en un número equivalente a por lo menos 0.13 por ciento de la lista nominal de electores, también puedan iniciar leyes o decretos). Pese a que cada una de las cámaras tiene facultades y obligaciones específicas, en el colectivo común e incluso entre muchos legisladores, se piensa que la potestad para crear, modificar o extinguir leyes es la única tarea que tienen los diputados y senadores.
Lo anterior impulsa el ánimo de los congresistas para presentar el mayor número de iniciativas posibles, o al menos esa parece ser la lógica con la que operan muchos de ellos. Parece, también, que olvidan que el acto de presentar una iniciativa de ley conlleva todo un proceso legislativo (discusión, aprobación o rechazo, su proceso por la cámara revisora y, en su caso, expedición de una ley), que no siempre se lleva a cabo debido al exceso de iniciativas presentadas en cada uno de los periodos legislativos. Basta decir que al 31 de julio de 2012, durante la LXI Legislatura se presentaron un total de 3, 419 iniciativas en la Cámara de Diputados, 25.15 por ciento más que las presentadas en la LX Legislatura y 19.21 por ciento más que en la LIX. En el caso del Senado, se presentaron 1, 705 iniciativas durante la LXI Legislatura, 9.51 por ciento más que en la LX y 106.92 por ciento más que en la LIX.
No es nuevo afirmar que el excesivo número de iniciativas presentadas en ambas cámaras sigue generando un rezago en el trabajo legislativo. Haciendo un balance de los tres años de la LXI Legislatura, tenemos que en la Cámara de Diputados se aprobaron en total 475 iniciativas y se desecharon (o dictaminaron en sentido negativo) 1,584. En el caso de la Cámara de Senadores, se aprobaron 174 y se desecharon 203. Se podría suponer que aquellas iniciativas dictaminadas en sentido negativo son el producto de la ardua discusión que los legisladores tienen sobre las propuestas de reforma, expedición o extinción de una ley; lo cierto es que la mayoría de ellas ni siquiera fueron discutidas. Debido al exceso de iniciativas, la mayoría de ellas son desechadas porque sobrepasan el tiempo límite que tienen para ser dictaminadas: 45 días y 90 cuando se trata de reformas constitucionales. A este fenómeno lo conocemos como saturación legislativa.
Al respecto es necesario decir que al inicio del tercer año de la LXI Legislatura (el 13 de octubre de 2011), los diputados aprobaron el acuerdo de la Conferencia para la Dirección y Programación de los Trabajos Legislativos en el que se estableció que las iniciativas, minutas y proposiciones con punto de acuerdo presentadas antes del 1 de septiembre de 2009, que se encuentran pendientes de dictamen podrían ponerse en vigencia (sacarlas de la congeladora) a interés de algún grupo parlamentario o de las mesas directivas de alguna comisión, de lo contrario se considerarán como concluidas. Esta medida pretendió rescatar aquellas iniciativas que no fueron analizadas por falta de tiempo. No obstante a esta medida, se siguen desechando muchas iniciativas por no darles el trámite correspondiente.
Aunado a lo anterior, se observa que en cada periodo se engrosa el número de iniciativas a discutir con aquellas que quedaron pendientes de dictamen en periodos anteriores. Como resultado tenemos que de las 3,419 iniciativas presentadas en la Cámara de Diputados durante la LXI Legislatura, sólo el 3.36 por ciento (115 iniciativas) fueron aprobadas en el periodo en que fueron presentadas. En la Cámara de Senadores el porcentaje corresponde a 3.39 por ciento (68 iniciativas de las 174 aprobadas). Las demás o fueron desechadas o siguen en espera de ser dictaminadas, y tendrá que ser la LXII Legislatura la encargada de continuar con el trámite o darlas por concluidas.
El exceso de presentación de iniciativas no es la única razón de que tantas iniciativas queden sin ser dictaminadas (ya no se diga en tiempo). En la Cámara de Diputados los legisladores le han dado mayor importancia a debatir los dictámenes dejando en segundo término las iniciativas. Éstas son turnadas directamente a las comisiones y es ahí donde quedan rezagadas. En el caso del Senado, la práctica es mucho mejor, pues los senadores acordaron que todas las iniciativas debían ser presentadas y votadas. Aún así, no se ha logrado combatir el rezago.
Por tanto, resulta necesario que los legisladores se muestren más responsables en sus deberes. Ello implica que deben ser conscientes del costo que tiene presentar una iniciativa (presentar más no es trabajar mejor) y del costo que tiene no darles el trámite correspondiente. Sí el tiempo que tienen dentro de las sesiones para llevar a cabo esta tarea no es suficiente, tal vez es momento de pensar en aumentar el número de sesiones.
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