Se extingue la era de los grandes capos mexicanos. Esos que construyeron leyendas por su comportamiento sanguinario y por su poder corruptor. Nadie puede objetar que ésta es una gran noticia para el país. Mi reconocimiento a todos aquellos que lo hicieron posible. El éxito relativo del Estado mexicano al someter y debilitar a estos grupos, sin embargo, ha creado una nueva realidad criminal. Menos amenazante, ciertamente, pero no por ello menos dañina. El gobierno mexicano debe comprender a cabalidad esta nueva realidad criminal y actuar en consecuencia. El crimen transmutó. La política gubernamental lo debe hacer también.

Las ideas que presento a continuación van a contracorriente de la tendencia de la política de seguridad de los últimos años. Su característica principal ha sido la centralización. Es la Federación la que se ha hecho cargo del problema en buena parte del territorio. Es la Federación la que ha establecido los diagnósticos y los instrumentos. Esto no necesariamente fue producto de una decisión estratégica, sino de un reconocimiento de la realidad. Gobiernos estatales y locales se vieron súbitamente rebasados e infiltrados por grupos criminales. En este contexto la Federación se vio obligada a actuar. El problema es que la preeminencia de lo federal en esta lucha no ha motivado o dado espacio para el fortalecimiento de lo local. El problema es que la presencia federal eximió de sus responsabilidades a los otros ámbitos de gobierno. Ahora que estamos en la era post capos, debemos dar un vuelco en la manera de hacer las cosas.

Para reforzar el punto quisiera recordarle al lector que en la administración pasada se nos insistió en que la lógica de la intervención federal obedecía a un objetivo: transformar un problema de seguridad nacional en uno de seguridad pública. Pues bien, estamos ahí. Y la seguridad pública es responsabilidad de gobiernos estatales y locales. La clave es cómo regresárselas. Cómo idear esquemas que no desprotejan súbitamente, pero que permitan el fortalecimiento paulatino de las capacidades en estos ámbitos de gobierno. La pregunta es cómo arribar a un nuevo equilibrio en materia de seguridad apuntalado en estos ámbitos de gobierno y no en la Federación.

Si miramos el panorama de seguridad en el país, podemos constatar que han sido esfuerzos locales los que han revertido crisis intensas. En Nuevo León, Chihuahua, Baja California, Aguascalientes y en ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez y otras más, se ha dado un vuelco impresionante que se explica por la intervención de sus gobiernos y sus ciudadanos en la tarea de coproducir seguridad. En cambio, tenemos entidades con presencia federal casi ininterrumpida y, sin embargo, las cosas no mejoran. No es Tamaulipas un lugar menos violento, tampoco lo es Michoacán, que contó incluso con la intervención de un comisionado federal. La era post capos demanda un viraje.

Primero, un cambio de discurso. Al emitir mensajes triunfalistas, el Ejecutivo federal solapa el mal desempeño de algunos gobiernos estatales y locales. Si el secretario de Gobernación afirma que la seguridad en México está en el mejor momento de los últimos diez años, esconde la negligencia con que se aborda el problema de seguridad en algunas entidades. Las sesiones del Consejo Nacional de Seguridad Pública, por su parte, se han convertido en espacios para el autoelogio. No es un foro donde se asuman compromisos tangibles que puedan ser monitoreados en el tiempo. El gobierno federal debe perder el miedo de llamar a las cosas por su nombre.

En la era post capos, la agenda de seguridad debe estar dominada por esfuerzos de fortalecimiento de capacidades estatales y locales. Lo que hemos hecho hasta ahora es claramente insuficiente. Promover la innovación en esos ámbitos de gobierno, en lugar de la imposición centralista que la mayor parte de las veces no se observa, ni funciona. Buscar mecanismos para un financiamiento suficiente de lo que esto implica y lograr un mejor balance en la asignación de recursos entre instituciones federales, estatales y locales. Hay un abismo entre unas y otras. Necesitamos liderazgos creativos que puedan proponer soluciones innovadoras aun en el marco de una coordinación disfuncional.

Lo más importante es, quizá, que en los entornos locales surja una demanda ciudadana por una mejor seguridad y el compromiso de coproducirla, ya sea a través de esquemas de vigilancia a las acciones gubernamentales o con la aportación de recursos para financiar la reforma institucional que necesitan.

Creo que si no actuamos en estos temas, la era post capos no tendrá significado para el mexicano común, que se sigue sintiendo tan vulnerable frente al crimen como en los momentos de más activismo de estas cabezas criminales.

*Directora de México Evalúa

Twitter: @EdnaJaime

@Mexevalua

Fuente: Excélsior