El Gobierno de México preside la Alianza Mundial para Gobiernos Abiertos (Open Government Partnership) y escribo esta columna desde los patios del Palacio de Minería sede de su Cumbre Global a la que asisten alrededor de 2,500 delegados de más de 60 países.
Esta Alianza (OGP por sus siglas en inglés) no es un tratado internacional ni una organización intergubernamental. Como tal, no es vinculante ni se debe ratificar por Cámara Alta. Es un acuerdo de voluntades, una mera alianza que busca experimentar nuevas dimensiones en el uso de la transparencia y la tecnología a favor de las comunidades.
Lo más peculiar de esto es que los gobiernos no lo hacen solo, el requisito ‘sine qua non’ es que deben incluir a su sociedad civil, trabajar con las organizaciones civiles procesos de co-creación de compromisos y conducir, en conjunto, las acciones para lograr los objetivos planteados.
Es un espacio de colaboración, me importa dejar en claro, no de coptación. En otras palabras, sentarse a emprender estos ejercicios junto a los gobiernos no anula la libertad, crítica y contrapeso que es la esencia de las organizaciones en su aportación cotidiana. Esto es un ejercicio de tu a tu, en el que se le da a la sociedad civil un tratamiento de respeto e igualdad. Entre pares, pues.
En pocos años, de ser ocho los fundadores a invitación de Barack Obama, hay más de 60 países involucrados y muchos asegunes dignos de debatirse.
A nivel estatal, como un programa piloto, el INAI ha impulsado ejercicios de Gobierno abierto en cinco estados (sin pertenecer a OGP, pues solamente es entre países) y en breve (mientras escribo esta columna) gobernadores hablarán de sus experiencias aquí en la Cumbre.
Sin duda es mejor tener ejercicios de Gobiernos Abiertos, que no tenerlos. Sin duda es preferible colaborar con los gobiernos para que la transparencia y la tecnología sirva a la gente en su día a día… es mejor eso, que nada.
El principal problema, porque no es el único, es que se está malentendiendo el concepto y puede, como todo lo que se sobre oferta, perder valor.
Ser miembros de la Alianza no es sinónimo de ser transparentes. Emprender ejercicios de Gobierno abierto, no es sinónimo de probidad, rendición de cuentas o de ausencia de corrupción.
Así lo quieren vender, pero eso es un error. La apertura gubernamental es otra cosa y empieza por la actitud y el estilo de gobernar, es el derrocamiento del monopolio del poder público y la incorporación de la sociedad civil como actor relevante, incluye la cocreación, el cogobierno, la colegislación, la corresponsabilidad.
Y algo muy importante en ello es la confianza, elemento indispensable para tener colaboraciones de calidad y con el impacto esperado en la calidad de vida de las personas.
El Gobierno de México, efectivamente cumplió los 26 compromisos de su plan de acción, creó plataformas tecnológicas, abrió información, etcétera. Se puede consultar en http://gobabiertomx.org/. Pero está a años luz de poder autoerigirse como un Gobierno transparente que rinde cuentas.
La tendencia (y el riesgo) es desafortunadamente esa. Que los políticos (sobre)usen el concepto de Gobierno abierto, ciudad abierta, congreso abierto, justicia abierta, contratos abiertos para, con un puñado mínimo de acciones, echar las campanas al vuelo e intentar avasallar toda crítica, cuestionamiento o escándalo de corrupción.
En La Lupa: El chiste se cuenta solo
Hace dos años en Londres la apertura se sintió en su máxima expresión en la Cumbre Global. Sin embargo el presidente Peña no asistió a pesar de asumir la Presidencia de OGP… mandó un video.
Hoy, aquí en México, se le cerró las puertas en las narices a dos terceras partes de los delegados y no se les permitió asistir a la ceremonia de inauguración. Así, cerrados en una élite que se regodea entre ella misma, contradiciendo el espíritu que nos tiene aquí.
Fuente: El Imparcial