Llegó a mis manos una fotografía sorprendente: cinco bebes recién nacidos en el hospital general de Iztapalapa amontonados, como si fueran pinitos de boliche, dentro de una misma cama.

La subí a twitter y dos horas después la Secretaría de Salud de la Ciudad de México me envió por la misma vía la siguiente respuesta: “en ninguno de los hospitales de la red hospitalaria se coloca más de un recién nacido por cunero”.

Valió la pena investigar más: la Secretaría miente y esa foto es solo uno de los muchos argumentos que exhiben un hospital abandonado y sin recursos. No es posible ocultar una realidad tan evidente y sin embargo todavía hay autoridades que creen posible engañar con una política de comunicación tramposa.

Para comprender la dimensión del desastre tiene sentido comenzar por la sala de urgencias de este nosocomio. Como no alcanzan ahí las camas, cuando el número de pacientes crece suele sentarse a los enfermos en sillas destinadas para los familiares y colgar de ellas la bolsa de suero que va conectada a los brazos del enfermo.

Hay problemas similares en las áreas de cirugía, pediatría, ginecología y medicina interna: el dinero no fluye, el equipo y los materiales no alcanzan.

Más de una fuente me informó que suele rechazarse a la mujer que llega con cuatro centímetros de dilatación (los bebés nacen a los diez centímetros) porque no hay espacio para atenderlas.

Muchas veces debe mentirse a la mujer parturienta para que regrese a casa. Al hacerlo así crece el riesgo de que el parto suceda fuera del hospital.

Una vez nacidos los bebés, no es posible entregárselos a la mamá porque la mayoría de las camas no cuenta con barandales. Es por tal razón que se apilan los recién nacidos en un bacinete que hace las veces de cuna, mientras la madre es conducida al piso de recuperación y está en condiciones de cargar sin riesgos a su bebé.

Los médicos son explotados injustamente en el hospital general de Iztapalapa. Dada la escasez de personal, a cada pediatra le toca atender a alrededor de 90 pacientes.

Esta institución no provee de equipo suficiente ni adecuado a los profesionales de la salud que ahí laboran; lo cual obliga a los doctores a comprar, con sus propios recursos, instrumentos que son indispensables.

Por ejemplo, los médicos deben adquirir el doppler, que es un equipo fundamental para revisar la frecuencia cardiaca de los recién nacidos, o de lo contrario los darían de alta sin conocer el estado de su corazón.

Ya en una ocasión los ginecólogos dejaron todos su doppler en casa para forzar al hospital a que adquiriera equipo propio. En revancha la administración decidió descontar de su quincena el valor correspondiente a estos aparatos.

No resulta extraordinario que los familiares de los pacientes que ingresan a este nosocomio reclamen y enfurezcan por el trato. Con frecuencia los médicos experimentan agresiones y violencia debido a una gestión desastrosa del hospital que no es su responsabilidad.

Visitar el hospital general de Iztapalapa hace recordar las películas de guerra, donde enfermeras y doctores deben ejercer su oficio en condiciones de extrema precariedad.

No puede el gobierno de la ciudad ocultar esta situación. Tampoco es posible silenciar a los muchos testigos que todos los días observan tan lamentable circunstancia.

El sistema de salud de la ciudad capital está enfrentando dificultades serias y debe resolverlos de manera definitiva antes de que una tragedia irreversible estalle contra el rostro de Miguel Ángel Mancera.

ZOOM: Dice el jefe de Gobierno que escuchó el mensaje ciudadano y está dispuesto a corregir el rumbo. Queda suplicarle que no vaya a ser solo cosmética la solución que ofrecerá a los innumerables problemas de la ciudad.

Fuente: El Universal