La elección de nuevos comisionados del organismo que sustituirá al IFAI deja lecciones importantes a legisladores, aspirantes, organizaciones y sociedad en general.

Un proceso abierto, reglas claras, un comité de acompañamiento de la más alta calidad moral, comparecencias públicas y aspirantes inscritos con capacidades diversas no necesariamente dieron el resultado que se esperaba.

El senador Alejandro Encinas, al terminar las comparecencias, señaló que solamente faltaba “la cereza del pastel” haciendo referencia a un proceso –hasta ese momento- impecable. La cereza (la decisión final) terminó por traernos a todos de regreso a la realidad de nuestro país. No amargó el producto final, pero lo pone en una situación complicada frente a las altas expectativas que existen en la sociedad.

Por más transparencia y apertura de los legisladores, por más participación de la sociedad organizada y criterios acordados, las cuotas y los cuates de grupos dentro de los partidos políticos se impusieron. No lo digo yo, los mismos senadores se quejaron públicamente de ello y los resultados lo comprueban.

No solamente son las credenciales académicas y las habilidades técnicas lo que permite a un comisionado del transparencia hacer su trabajo como es debido, sino la independencia que tenga frente al poder político, la libertad de decidir resguardando el interés público por encima de intereses particulares o de grupos.

Eso no es posible hacerlo con dueños.

Existen instituciones clave para nuestra vida democrática. Instituciones que exigen no solamente perfiles técnicos y especializados, sino una alta calidad moral, probidad comprobada y una trayectoria que demuestre que en el caso de una decisión compleja, su resolución será libre de ataduras malsanas, de nexos políticos y a favor del interés público.

La lección del “viejo IFAI” no alcanzó para entender que las capacidades de interpretación y argumentación jurídica no son suficientes para un buen desempeño. Esas se pueden orientar a la apertura o la opacidad en función del compromiso con el tema, de la independencia y una visión garantista. Ese conjunto es lo que permitiría a esta institución  cumplir con su objetivo.

Ese ha sido precisamente el “Talón de Aquiles” de los órganos garantes de transparencia y de las comisiones de derechos humanos, supuestamente ciudadanizadas pero repartidas entre los partidos. Quien llega es el que más compromisos hace y el que mejor “distribuye” las posiciones clave entre los grupos de poder político. Su desempeño pocas veces termina siendo efectivo en beneficio de la sociedad, precisamente por evitar ser incómodos a sus verdaderos jefes.

Las instituciones en nuestro país no son de los ciudadanos, son de los partidos políticos y la elección del “Nuevo IFAI” demuestra que no hemos aprendido a tomar  decisiones de forma distinta. Las cuotas y los cuates terminan imperando.

El proceso fue un avance, ciertamente, pero insuficiente por la amplia opacidad que reinó al final, precisamente en el momento y espacio donde mayor transparencia se requería. ¿Para qué ofertar un proceso transparente y levantar expectativas si el resultado no honrará la palabra empeñada?

Al nuevo organismo llegaron algunas personas de alto nivel a quienes les reconozco sus méritos, aunque no a todos su independencia.

Contrario a lo que muchos dicen sí es positivo desearles mucho éxito en su encomienda, pero no solamente eso, debemos motivarlos a asumir hasta las últimas consecuencias esa rara ingratitud frente a quienes les apadrinaron para cumplir con una encomienda pública. Pocos tienen el tamaño para hacerlo.

¿Así son las cosas?

El senador Javier Corral, durante la deliberación frente a comisiones unidas, arrojó una frase lapidaria: “Así son las cosas en el Congreso, quien no está cerca de los grupos parlamentarios y de los partidos políticos, es excluido”.

Es parte de la lección a aprender. La pregunta es: Si así son las cosas ¿cómo las cambiamos? ¿Cómo hablar de un “parlamento abierto” si la transparencia no llega a los espacios de decisión y lo fundamental se termina haciendo “en lo oscurito”? ¿Cómo logramos mayor rendición de cuentas en ese espacio donde los criterios políticos son lo más importante?

Por ahora, los retos de los nuevos comisionados son titánicos y van más allá de la mera resolución de recursos de revisión: establecer un sistema nacional de transparencia conjuntando el esfuerzo de múltiples actores, impulsar la rendición de cuentas en las instituciones públicas, auxiliar a la sociedad a ejercer su derecho a saber, velar por leyes secundarias funcionales que garanticen y no que limiten el ejercicio de este derecho humano, entre muchos otros.

El más grande reto para los nuevos comisionados (y sirve de desafío) es salvaguardar esa autonomía que tanto trabajo nos costó a la sociedad conseguir fuera reconocida a nivel constitucional y que ahora, por las deficiencias del proceso, está injustamente comprometida.

@elmemonoriega

  guillermonoriega@gmail.com

**Director de Sonora Ciudadana AC

Fuente: La Silla Rota