En principio son obras de infraestructura destinadas a generar un cambio en alguna localidad, pero después sólo son ejemplo de corrupción y desvío de recursos de los gobiernos municipales, estatales y federales.

Los elefantes blancos en México también resultan ser generadores de pérdida de tiempo y dinero por no haber sido planeados correctamente, pues en la mayoría de los casos impera el interés político sobre el social.

Especialistas consultados por Excélsior coincidieron en la falta de un mecanismo que impida el fomento de este tipo de obras, además de un plan de infraestructura, el cual no debe estar ligado a los mandatos gubernamentales, ya sea a escala federal, estatal o municipal.

Asimismo, reconocieron que tampoco existen informes o una base de datos confiable que indique cuánto se ha derrochado en dichas edificaciones, las cuales en ocasiones no terminan de construirse.

Sólo basta, dicen, mirar a cualquier entidad del país y notar obras como La Célula, en Puebla, con una inversión que supera los mil millones de pesos, o el penal de Ciudad Victoria, Tamaulipas, en el que se invirtieron 250 millones de pesos y que, hasta ahora, está en el olvido.

Los factores

En México, son tres los principales motivos que propician que una obra se convierta en un elefante blanco: el interés político, la sobrevaloración de la construcción a comparación de su necesidad y razones fortuitas, donde en ésta se incluye la inseguridad y la violencia.

“Esos casos que no se pueden prever, son inevitables. La impericia de ingenieros y arquitectos es otra razón (para generar elefantes blancos), pero la más grave es el interés político de demostrarse a través de las obras de infraestructura y edificación”, explicó el profesor de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, Esteban Figueroa.

Explicó que existen “matices” dentro de este tipo de obras: están —en menor número de ocasiones— las que se hicieron, pero eran innecesarias, las de alto costo y las abandonadas.

En las obras onerosas interviene el interés del gobernante en turno, pues busca la inauguración del mayor número de obras posibles y deja el costo de operación al siguiente, este último no invierte al ya construido, piensa en generar nuevos proyectos y deja a un lado la obra hecha, volviéndola inservible.

Sin embargo, dijo, en el ámbito federal existe un “candado” para evitar la generación de este tipo de obras y es por medio de la Unidad de Inversión de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

“Este filtro ayuda a que, cuando menos, los proyectos federales no caigan en esta categoría, que no quiere decir que no ocurra. Este filtro desafortunadamente en los estados si el proyecto se hace con recursos estatales no existe”.

Opacidad y corrupción

Una falta de regulación legal permite que los elefantes blancos puedan darse con más facilidad en el territorio nacional, en ellos puede visualizarse cómo existe corrupción en el sector público.

Mariana Campos, de la organización México Evalúa, argumentó que en principio con dichas obras hay “un indicador evidente de que algo no está bien en la política pública de infraestructura y de obra”.

“Los estados son cerrados u opacos al mostrar sus cuentas y la Auditoria Superior de la Federación (ASF) tarda hasta un año en el análisis de saber si funciona o no una obra pública: esto es una debilidad para el gobierno el no saber si es funcional o no”, refirió…

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