Hace unos meses escribí en este espacio sobre la reforma a la que se vería sometido el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el Coneval. Comentaba entonces que era una reforma innecesaria. No entendía para qué meterle mano a algo que funcionaba bien. Me encantaría conocer el diagnóstico a partir del cual los legisladores propusieron esta enmienda. Me tranquilizaría saber que fue algo meditado y no sólo una ocurrencia.
En sus años de vida, el consejo ha construido una reputación como pocas. En un contexto marcado por instituciones que fallan en generar confianza y credibilidad entre los mexicanos, Coneval lució por lo contrario.
No sé si por visión o por accidente, pero los encargados del diseño del organismo le dieron al clavo. Aun sin contar con autonomía constitucional, el Coneval la construyó en los hechos por el particular diseño y la composición de su consejo: académicos en activo en sus respectivos centros universitarios, que prestaban un servicio de tiempo parcial al Coneval. Un arreglo sin duda acertado en tanto que el anclaje de sus consejeros a una institución académica los dotaba de un margen de autonomía inmejorable. Su anclaje en el mundo del conocimiento les permitía estar al tanto del conocimiento de frontera en estos temas. Académicos al fin que no estaban bajo el mando de un secretario de Estado, pero que prestaban un servicio de primer nivel a una institución clave del Estado mexicano. No sobra decir que, inclusive, financieramente, era un arreglo conveniente para los contribuyentes, toda vez que se trataba de una estructura administrativa delgada y a la vez efectiva.
El hecho es que la reforma constitucional que dota de autonomía constitucional al Coneval se consumó. Y ahora tenemos el enorme reto de construir una legislación secundaria que recupere lo mejor del arreglo anterior, en un nuevo marco de acción para el organismo.
Distintas organizaciones y personas interesadas en el tema planteamos hace tiempo algunos puntos que considerábamos irreductibles en el nuevo diseño. Recupero algunos, no todos, que considero importantes.
1. Que los nuevos consejeros del Coneval tuvieran un perfil técnico de excelencia. Por eso promovíamos que los criterios de elección fueran rígidos en cuanto a las personas elegibles para ocupar los asientos en el nuevo consejo. Idealmente académicos en activo, pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores y reconocidos en los temas relacionados con sus funciones.
2. Un método de elección que no abriera la puerta a la partidización de los nombramientos. Conocemos de otros órganos autónomos que han caído en esa trampa, perdiendo independencia y credibilidad.
3. Idealmente —y esto, reconozco, es difícil de conciliar— que los nuevos consejeros conservaran su adscripción a los centros universitarios a los que pertenecen. Esto les ofrece un margen de independencia necesario, pero también un esquema atractivo a aquellos que no quisieran interrumpir su trayectoria al dar el salto al órgano autónomo. Para académicos de excelencia, como los que necesitamos en Coneval, ese tránsito puede resultar insorteable.
Hace un par de días la Cámara de Diputados votó una minuta de ley secundaria, turnada ya al Senado, en la que se definen estos temas. Al mejor estilo de nuestra manera de legislar, terminamos con un híbrido que no es conveniente ni para la institución ni para los mexicanos. Explico por qué.
En primer lugar, relaja los criterios para la selección de los consejeros y su presidente. Para compensar, proponen la creación de un consejo técnico, éste sí con criterios de selección más estrictos. En este consejo técnico recaerían las funciones sustantivas del órgano. La pregunta es para qué duplicar. Dos consejos en una misma institución. ¿Qué nos quieren decir los legisladores con esta propuesta? ¿Que los integrantes del consejo principal serán más políticos que técnicos y por ello necesitan de los segundos? ¿Son conscientes del impacto presupuestal de esta decisión? ¿Calibraron lo que esto implica para la gobernanza del nuevo Coneval? Además, en esta propuesta, la partidización de la selección sigue latente.
No dudo que los diputados hayan querido conciliar distintas visiones con este planteamiento. El resultado, sin embargo, no es idóneo. Lo que está en juego no es menor: asegurar las capacidades suficientes para que la medición de la pobreza se realice con los mejores estándares técnicos y que la evaluación de las políticas de desarrollo social se lleven a cabo con la suficiente distancia de los entes evaluados. Las políticas de desarrollo social son cruciales para que este país tenga viabilidad. Su efectividad debe asegurarse. Si nos resbalamos en el diseño del nuevo Coneval, perderemos una instancia crítica para lograr tal objetivo.
El México de hoy no permite experimentos. El Estado mexicano necesita, como nunca, fortalecerse. Coneval es una pieza clave.
Por ello invito a los senadores a revisar a profundidad la propuesta que tienen en sus manos. Que calibren con suficiencia la repercusión de sus decisiones. Que los motiven las enormes dificultades que pintan nuestro entorno. La oportunidad está abierta. Trabajen por darnos el mejor Coneval posible.
*Directora de México Evalúa
Twitter:@EdnaJaime
@MexEvalua
Fuente: Excélsior