Podemos prevenir enfermedades con políticas preventivas. Las campañas de vacunación masi-vas han erradicado padecimientos de manera definitiva. Pero, ¿podemos prevenir conductas humanas lesivas para una comunidad con instrumentos de política pública?
La respuesta no es definitiva, pero existe evidencia en sentido afirmativo. La política pública no puede, no debe, proponerse entrar en la sique de las personas para influir en su libertad de elección, pero sí puede generar las condiciones, redes y mecanismos de protección que los aleje y blinde del crimen.
Con esta convicción es que se han planteado políticas de prevención en todo el mundo y también en nuestro país. Y las políticas en este ámbito, hay que reconocerlo, se encuentran en fase experimental, sostenidas todavía en una buena dosis de fe. Aunque científicos sociales argumenten que se tiene la técnica para transmutar esa fe en certezas.
La lógica de una política de prevención es intervenir a través de distintos instrumentos para atenuar factores de riesgo que pueden empujar a individuos a infringir la ley. Se busca promover la resiliencia de personas y comunidades ante contextos adversos. Las teorías en este respecto están en construcción, pero hay una motivación superior que impulsa a seguir trabajando en ellas y en su aterrizaje en políticas públicas concretas: vidas humanas que se pueden proteger y el invaluable sentimiento de vivir en paz y sin miedo, si las políticas logran ser exitosas.
En México estamos de lleno implementando políticas y acciones de prevención a lo largo del territorio nacional. Con la llegada de la nueva administración se inauguró una subsecretaría dentro de la Segob para coordinar distintas estrategias en la materia. Dos componentes son centrales, no únicos, en la política de prevención coordinada por esa subsecretaría. El primero es el trabajo de nueve secretarías de Estado que atienden distintas aristas de la prevención. Este trabajo es coordinado por una Comisión Intersecretarial, encabezada por el titular de esta subsecretaría.
El segundo componente es un subsidio federal (conocido como Pronapred), que se destina a demarcaciones y polígonos seleccionados como beneficiarios. Este componente ha sido estudiado por México Evalúa con meticulosidad. Se trata de un subsidio de dos mil 500 millones de pesos anuales que apenas pinta en el presupuesto de seguridad del gobierno federal, pero que significa mucho porque constituye la oportunidad de atender a la población en riesgo, la que está en el límite y para quienes una buena intervención puede significar un cambio de vida.
En nuestra evaluación del primer año del Pronapred encontramos el ABC de lo que no se debe hacer con una política pública. Premura: el programa se echó a andar antes de estar cabalmente definido; improvisación: las acciones de prevención en las demarcaciones seleccionadas se establecieron sin antes haber diagnosticado el problema; y opacidad: no existieron criterios claros y distintos, ni una metodología replicable, para la selección de las demarcaciones prioritarias. En pocas palabras, arrancaron sin estar listos, a pesar de que funcionarios de la subsecretaría empeñaron hasta la salud en este esfuerzo. El problema es que corregir resulta a veces más difícil que volver a comenzar.
En nuestra evaluación del segundo año del Pronapred (más de cinco mil 500 acciones de prevención en 2014) se aprecian mejorías, sobre todo en los diagnósticos que son el punto de partida para la definición de las acciones de prevención. Hay mucho que trabajar todavía para lograr el engranaje adecuado entre diagnóstico, acciones y resultados esperados y, mucho más importante, su correcta implementación.
Y, sin menospreciar los cambios descritos, es necesario que la subsecretaría tome decisiones radicales en este punto. En principio, discriminar entre las acciones que se presume sirven a la prevención y las que no. Y privilegiar siempre las primeras. El catálogo de actividades posibles es tan amplio que el programa se fragmenta en múltiples piezas que pierden potencia por su dispersión. Pero también es importante tener mecanismos afinados para reconocer el impacto. Si no, cómo discriminar. En este programa hay que privilegiar el conocimiento y la técnica antes que la fe.
Como procientífica social me inclino por hacer política pública basada en el conocimiento, aunque al final del día la pasión domina en mis juicios. Los estudios de México Evalúa buscan aportar un grano de arena a la construcción de una política exitosa en materia de prevención, una que se base en evidencia. Espero que los funcionarios de la subsecretaría nos acepten como compañeros en este tremendo compromiso de hacer el bien a los mexicanos a través de una buena política de prevención.
Fuente:Excélsior