Por Lourdes Morales.

Hace dos meses, la ley de transparencia mexicana fue considerada como la mejor del mundo. Esta ley fue producto de una reforma constitucional que estableció la necesidad de promulgar tres leyes generales: de transparencia y acceso a la información, de protección de datos personales y de archivos.

Mientras la primera contó con el compromiso de un grupo de Senadores y con la determinante participación de la sociedad, la última ha generado zozobra. os aspectos son de particular alarma: el primero, que se pretenda dejar el control de la política  nacional archivística en manos de la Segob.

El segundo, que se pretenda revisar el contenido de los archivos que ya son de acceso público para valorar, a través de un grupo de burócratas sin especialización, cuáles documentos se destruyen y cuáles se conservan. Aprobar una ley en estos términos sería un retroceso. Algo tan absurdo como volver a dejar que la Segob organice los procesos electorales. »

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FUENTE: El Económista