La 4T prometió refundar el Estado, y con él a la administración. Su diagnóstico era simple. El neoliberalismo creó una burocracia dorada que acumuló altos salarios e innumerables privilegios. Un elefante reumático resistente al cambio. La receta para transformarla es simple: sumar austeridad, honestidad y lealtad al pueblo. La idea juarista de la “justa medianía” sería el nuevo sustento moral del servicio público.

¿Qué balance podemos hacer después de cinco años de esta receta? La austeridad ha sido una medicina amarga que ha tenido un impacto severo y diferenciado en la capacidad de gestión de la administración pública, pero que no ha producido ahorros globales ni ha disminuido el tamaño de la burocracia. Esta es, en apretada síntesis, el resultado del estudio “El legado administrativo de AMLO: una burocracia menos capaz y más discrecional”. Una síntesis de este fue publicada en la revista Nexos de este mes.

Si la austeridad no generó una disminución global del presupuesto ¿qué ocurrió? Sirvió como mecanismo para redirigir los recursos de sectores que el gobierno no consideró prioritarios —por ejemplo, economía, medio ambiente o turismo— hacia las megaobras y los programas sociales. El monto de las reasignaciones presupuestales realizadas discrecional y unilateralmente por el Ejecutivo federal es cercano a 20 por ciento del total del presupuesto asignado por la Cámara de Diputados.

Otro hallazgo relevante es qué le sucedió a la burocracia. La política de reducción de plazas y salarios debería verse reflejada en una disminución del número de burócratas. Los datos sugieren lo contrario, pues el número global de plazas creció ligeramente entre 2018 y 2021. Sin embargo, sí hubo una reducción significativa de los mandos medios y superiores, que son los cuadros gerenciales y técnicos del gobierno, y que pasaron de representar 15 por ciento en 2018, a solo 8 por ciento de las plazas totales en 2021. Al mismo tiempo, el personal operativo aumentó 50 por ciento (de 792 mil 710 a un millón 188 mil 778 plazas en el mismo periodo).

La distribución de plazas es reveladora. Mientras que algunas secretarías tuvieron incrementos muy significativos (más de 20 mil plazas nuevas para los servidores de la Nación en la Secretaría del Bienestar), otras, en cambio, tuvieron reducciones drásticas, por ejemplo, la SICT, Gobernación y Educación Pública.

El efecto neto de las reformas de AMLO da como resultado una administración desbalanceada y con capacidades disminuidas. Más allá, revela una visión política bien delineada. Se quiere una administración austera y reducida, pero con amplios márgenes de discrecionalidad; más leal y menos técnica; dúctil a las decisiones presidenciales. El problema que enfrentará el nuevo gobierno es enorme, pues su aparato administrativo está debilitado y desarticulado. Y cualquiera que llegue, lo va a necesitar.

Fuente: Milenio