Como miembro fundador de la Red por la Rendición de Cuentas, el Centro de Contraloría Social y Estudios de la Construcción Democrática del CIESAS es un “híbrido” entre la academia y la sociedad civil: es a la vez un espacio para la reflexión académica, con un centro dedicado al fortalecimiento de actores sociales organizados, interesados en la práctica de control ciudadano y la incidencia política, pero también, un equipo de trabajo que comparte con muchas organizaciones de la sociedad civil, una cierta predilección por el activismo social.

Así, aunque realizamos investigación académica sobre el tema de la participación ciudadana y la rendición de cuentas- y como CIESAS estamos comprometidos con seguir trabajando en estas líneas de investigación-, nuestra relación con organizaciones cívicas y ciudadanas la pensamos no sólo en tanto éstas pueden constituir un objeto de estudio o una fuente de información valiosa, sino de manera muy importante, como socios con quienes buscamos construir de manera conjunta una exigencia colectiva por un mejor desempeño gubernamental y por la apertura de canales efectivos de participación en toma de decisiones públicas, sobretodo a nivel estatal y municipal.

Esa naturaleza “híbrida” es la que permite compartir esta reflexión, pues es uno de los aspectos que empieza a distinguir al proyecto de la RRC, que tiene su origen en una institución académica, pero aspira a sumar, desde una perspectiva de colaboración intersectorial, distintos mecanismos en torno a un objetivo común: la exigencia de una política de rendición de cuentas.

Aunque en México la rendición de cuentas todavía no termine de tener contornos definidos y signifique distintas cosas para distintos actores, empieza a tener cada día más resonancia porque cruza de manera transversal todos los temas e intereses de quienes estamos preocupados por un mejor gobierno, sean estos salud, transporte público, educación, entre muchos otros. Este es uno de los aspectos que la RRC puede contribuir a resaltar de manera insistente: la conexión entre rendición de cuentas y mejores servicios, entre programas y políticas públicas, entre mayores oportunidades de desarrollo para los ciudadanos y menor impunidad, en fin, todos aquellos aspectos del quehacer público que tocan de manera cercana al ciudadano.

La formación de la RRC parece un paso adicional para enriquecer el concepto de rendición de cuentas, con elementos concretos que permitan su materialización en la práctica. Si como sociedad afirmamos que valoramos la rendición de cuentas y la participación ciudadana (no nos cansamos de decirlo, desde hace varios años en las distintas esferas: gubernamental/política, académica y social), tenemos que comprometernos a realizar acciones y generar procesos que efectivamente permitan dotar de contenido a estas aspiraciones.

En este sentido y con la mirada puesta en el fortalecimiento de este esfuerzo, quisiera destacar algunos puntos:

1. El primero es que recuperemos al ciudadano como eje de nuestra discusión, repensando la rendición de cuentas desde una lógica no restringida únicamente a relaciones entre agencias del Estado. Desde una perspectiva ciudadana, la cadena de delegación en una democracia empieza, pero también termina en el ciudadano: es el sujeto por excelencia al cual debe rendirse cuentas. Es decir, las agencias gubernamentales no rinden cuentas para que los actores públicos responsables de su fiscalización estén satisfechos, sino porque el Estado está obligado a cumplir con el mandato de gobernar que le fue otorgado por el ciudadano a través del voto. Presentar reportes periódicos al poder legislativo o a la contraloría interna sobre la ejecución del gasto público o el cumplimiento de la normatividad, si bien es un componente fundamental, no significa necesariamente que se estén justificando las decisiones gubernamentales ante la sociedad. Si pensamos en las distintas relaciones y procesos que deberían conformar un sistema articulado de rendición de cuentas, éstos deben su razón de ser, en última instancia, a la necesidad de establecer mecanismos que permitan al Estado la responsabilización de sus acciones. Si esos mecanismos y procesos no funcionan adecuadamente, no solamente se deja de rendir cuentas al actor concreto que en determinado momento del ciclo de la rendición de cuentas tiene la autoridad para exigirla, sino de manera central, a la ciudadanía.

2. El segundo es una invitación a pensar esta red como un esfuerzo que puede cumplir al menos dos funciones importantes: ser un espacio que permita concentrar información y generar conocimiento sobre el tema de la rendición de cuentas, desde múltiples perspectivas teóricas y prácticas, resultado de la diversidad de sus integrantes (medios, academia, organizaciones civiles, y servidores públicos); y al mismo tiempo, convertirse en un núcleo para la acción, precisamente alrededor de la exigencia de una política de rendición de cuentas que no se quede en una suma de perspectivas, sino que considere la posibilidad de que esta política sea construida de manera colectiva, como resultado de un debate comprometido, activo e informado entre todos los que hoy participan y aquellos que estén por sumarse.

3. El tercero y considerando que este esfuerzo busca realizarse a una escala nacional, es que no dejemos de tomar en cuenta la dimensión local. Pero que no sea sólo una mirada a lo local desde lo nacional, sino que se incluya como parte central de esta Red a aquellos actores que trabajan en los ámbitos estatal y municipal.

Finalmente, me parece muy importante que como principio adicional, a los integrantes de la RRC nos queda asumir un fuerte compromiso con la rendición de cuentas al interior de las instituciones y organizaciones a las que pertenecemos dando un voto de confianza a este esfuerzo que comienza.