Se cayó la negociación para que el Senado designe ministra de la Suprema Corte. Una vez que se rechace la segunda terna enviada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, la Cámara alta habrá renunciado a su facultad prevista en el artículo 96 de la Constitución.
El costo será alto para todas las partes. Primero para la ministra que vaya a ocupar la vacante, porque será la primera ocasión que la persona designada no cuente con el respaldo de la mayoría de las fuerzas políticas. Es decir, que su nombramiento, a diferencia del resto de sus pares, habrá ocurrido en un escenario de déficit de legitimidad.
También significará costo político para el Presidente que no pudo, más bien no quiso, negociar para evitar el menos deseable de los escenarios. El precio no será menor para la oposición, que igual contribuyó cuando se negó a resolver por la vía política el acuerdo con el oficialismo.
Movimiento Ciudadano fue el único partido que mostró disposición para evitar el precipicio. Esta fuerza parlamentaria estaba dispuesta a construir una solución que resolvería la cuestión: a cambio de apoyar la designación propuesta por el Ejecutivo, pidió que los acuerdos incluyeran otros nombramientos pendientes.
Entre los más importantes estarían las vacantes tanto en las salas regionales como en el pleno del Tribunal Electoral.
De acuerdo con información proporcionada por el senador Ricardo Monreal, las negociaciones avanzaron respecto a las salas regionales, pero no hubo condiciones para zanjar las dos designaciones de la sala superior del Tribunal.
De acuerdo con esta misma fuente, las negociaciones reventaron porque no fue posible el intercambio de una ministra de la Corte por dos magistraturas electorales.
¿Quién pagará los costos más altos por haber renunciado a hacer política?
Hay una mayoría que respalda de manera contundente al oficialismo. Sin embargo, es prematuro suponer que esa misma mayoría esté dispuesta a dinamitar todos los contrapesos que el oficialismo ha debido sortear durante la gestión del presidente López Obrador.
Zoom: una cosa es votar por un gobierno hegemónico y otra muy distinta por una mayoría acotada a partir de límites institucionales. El atropello de las minorías tarde que temprano desgastará a la opción mayoritaria. Esto es lo que realmente está en juego en estos días.
Fuente: Milenio