La iniciativa de reforma constitucional en materia de transparencia se discutirá (y aprobará) en un próximo periodo ordinario de sesiones. En unos días más, las distintas bancadas representadas en la Cámara de Diputados tendrán que definirse en torno a esta iniciativa que de aprobarse en la versión que se autorizó en el Senado, fortalecería nuestro derecho de acceso a la información. Los diputados que dictaminen y voten esta iniciativa se juegan su reputación en esta votación. Después de efectuarla sabremos de qué lado están, si del ciudadano o de quienes se resisten a la rendición de cuentas. O puesto en otras palabras, si son agentes de cambio o protectores del statu quo.

Recuperar la génesis de esta reforma es importante porque plantea una paradoja interesante. Primero, porque fue el partido ganador y no los derrotados en la pasada contienda, quien colocó este tema en la agenda legislativa y nacional. El entonces candidato ganador se comprometió con esta reforma, pero también con las iniciativas en materia de corrupción y de regulación del uso de medios en las campañas políticas. A un triunfo relativamente holgado le quiso sumar un mensaje de determinación a favor de la apertura. Ésta fue su respuesta a quienes lo incriminaron por el uso indebido de recursos en la campaña antes y después de la elección.

La iniciativa en materia de transparencia fluyó bien hasta que se atoró en la Cámara de Diputados. Aquí los legisladores de su partido han revelado sin sonrojo sus resistencias: no quieren que los partidos políticos sean sujetos obligados directos del régimen de transparencia. Tampoco que las resoluciones del IFAI sean definitivas e inatacables y que los órganos de transparencia tengan capacidad de presentar acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cuando una legislación atente contra el derecho a la información. Reconocen bien que aprobar una legislación con esas características abre la puerta a los procesos de rendición de cuentas a los que no están dispuestos. Pareciera que el proceso legislativo llevó demasiado lejos su intención original: presentar una reforma insustancial.

El proceso legislativo en la Cámara de Senadores transitó de manera enriquecedora. A la iniciativa original del Revolucionario Institucional se sumaron las de otras bancadas. Se dieron procesos abiertos de discusión en las que diversas organizaciones y expertos participaron y la minuta final dejó satisfechos a quienes en ella participaron. Un proceso en el que tuve oportunidad de participar y en el que reconocí conocimiento y responsabilidad por parte de nuestros legisladores. La manera en que se procesó esta iniciativa mostró que aún fuera del arreglo de cooperación que implica el Pacto por México, la pluralidad puede funcionar.

La dinámica en la Cámara de Diputados ha sido distinta. Ha privado la opacidad en las discusiones y las reservas que se pretende incluir a la minuta del Senado, lo que implica retrocesos graves no sólo respecto a la propuesta original, sino incluso al estado de cosas actual. Mejor ni moverle si el resultado nos regresa al pasado.

Los diputados, particularmente los del PRI que dictaminan esta iniciativa parecen dispuestos a no dejarla pasar, por lo menos no en los términos acordados en la Cámara de origen. Sería interesante estudiar qué moldea el comportamiento de los legisladores en una y otra Cámara. Porque al cambiar de recinto, también se transforma el rostro del PRI, uno es moderno y el otro es arcaico.

En todo caso me parecería costoso para la bancada, para los diputados en lo individual y hasta para el propio Presidente tramitar una legislación sin impacto real. Cómo explicarle al público que la oferta original realmente no era tal. Y que esos tres compromisos originales se perdieron con el tiempo. No creo que los diputados quieran originarle ese costo a su Presidente.

En ausencia de la reelección no hay sanción en las urnas para quienes legislen en contra de los intereses de sus representados. Pero sí puede haber una sanción social, mediática, a quien sin pudor se opone a avanzar una reforma vital para el funcionamiento de la democracia. En los próximos días podremos atestiguar cómo se comportan nuestros representantes en este tema. Me parece que debemos dar un marcaje cercano al proceso y a sus protagonistas y después llamarlos a cuentas por sus decisiones. Ojalá y que sea para felicitarlos por su compromiso con nosotros los mexicanos y no para reprocharles el que de nueva cuenta nos hayan cerrado la puerta en la cara. ¿Cuál crees, lector, que sea el escenario final?

Edna Jaime *Directora de México Evalúa

Excelsior