Ante una situación de emergencia es fundamental que se garanticen la transparencia absoluta y la rendición de cuentas sobre las decisiones públicas, no sólo porque así lo establece nuestro marco normativo, sino porque es la única forma de generar confianza ciudadana sobre la respuesta gubernamental.

La identificación y la construcción conceptual de un problema público son etapas esenciales para la prefiguración de alternativas viables de atención. Este momento de la política pública vincula al problema con las causas que lo originan. En circunstancias regulares, la configuración de las políticas y el análisis de información para cada una de las etapas del ciclo requieren períodos de tiempo suficientes, con la finalidad de evaluar diversas posibilidades de intervención antes de iniciar la instrumentación de la alternativa seleccionada.

En circunstancias de crisis, los gobiernos deben dar respuestas de política pública acordes con las exigencias de inmediatez que requieren las personas. A pesar de la celeridad, ese tipo de situaciones no impiden que el diseño de respuestas se ajuste a criterios de racionalidad. En la lógica de planeación, las respuestas a una emergencia deben distinguirse en dos tipos. El primero, aquellas respuestas que son inmediatas: las intervenciones del Estado que deberán resolver en un período muy corto las consecuencias negativas generadas por un problema público. El segundo tipo tiene que ver con el proceso racional de las políticas públicas. Se entiende que las inmediatas requieren inversión urgente de recursos del Estado, pero la reacción gubernamental no puede limitarse a ese tipo de respuestas, a riesgo de permitir la reproducción de los efectos negativos del problema original y a la sola intervención paliativa. De ahí la importancia de las “de mediano plazo”. Éstas se deben articular en torno de un plan rector y responder a objetivos generales y específicos, todos ellos vinculados con la forma en que un gobierno pretende hacer frente a una emergencia.

La distinción entre los dos tipos de respuestas gubernamentales no implica la prolongación del período de atención. Únicamente hace referencia a que ambas respuestas sucederán, en un punto, de manera paralela, aunque unas estarán enfocadas en paliar las afectaciones inmediatas y otras en la resolución de problemas de fondo que se hayan generado o aflorado debido a la situación de emergencia. El conjunto de las respuestas gubernamentales debe tener el objetivo superior de recuperar, al menos, condiciones iguales a las existentes antes de la situación crítica.

Así, al margen de los intereses de agenda de los gobiernos, cuando el problema público es de tal magnitud que acapara la discusión pública, la respuesta gubernamental terminará respondiendo al sentido de urgencia. Esto significa también una alteración de la dinámica de las administraciones públicas que, además de atender las obligaciones rutinarias, deberán volcarse a resolver los temas de atención prioritaria.

Las emergencias tienen efectos directos sobre los gobiernos, pues pueden alterar definitivamente el curso de planes preconcebidos. Esta situación podría considerarse como indeseable, desde el punto de vista político, pero configura un momento para la innovación gubernamental y la generación de confianza ciudadana, en una suerte de renovación de la otorgada en los procesos electorales y puede ser ocasión para mostrar la capacidad de adaptabilidad de los gobiernos y su habilidad para responder con urgencia, eficiencia y eficacia a los problemas públicos.

En un momento de emergencia, las respuestas gubernamentales no sólo deben atender los criterios de rapidez y eficacia, sino también deben guiarse por el entramado legal preexistente que define límites para la toma de decisiones y el ejercicio de los recursos públicos. Como se ha dicho, también se requiere que esas respuestas públicas se articulen en torno de un modelo de planeación que distinga entre lo inmediato y aquello de resolución en mediano plazo. En este esquema, es de suma importancia el liderazgo gubernamental, en los tres niveles de gobierno, para garantizar el éxito de la estrategia de intervención.

Las circunstancias de emergencia implican un reto para las administraciones públicas y hacen evidente la pertinencia de la transparencia y rendición de cuentas. Así pues, ante situaciones críticas como las que hoy enfrenta México —y sobre las que la única certeza que hay es que volverán a suceder, sean terremotos o fenómenos meteorológicos—, es fundamental que se garanticen la transparencia absoluta y la rendición de cuentas sobre las decisiones públicas, no sólo porque así lo establece nuestro marco normativo, sino porque es la única forma de generar confianza ciudadana sobre la respuesta gubernamental. Es urgente huir de la falsa dicotomía según la cual una situación de emergencia sólo puede tener respuestas inconexas, frenéticas, opacas y de espaldas a las personas. Tanta certeza hay de que esas respuestas urgentes pueden ser también transparentes y con rendición de cuentas, como casos en el mundo que han dado ejemplo, uno de los más recientes, la respuesta a la emergencia generada por el tsunami en el sureste asiático, en 2004.

* Jaime Hernández Colorado (@jhcolorado) es Director General de Nosotrxs (@NosotrxsMX).

Fuente: Animal Político