Cómo le haría Claudia Sheinbaum para rentar en la Ciudad de México sin trabajar.

Seguramente tendrá otros activos de capital.

La doctora Sheinbaum nos aventó al ruedo político una idea revolucionaria hace unos días: que es posible vivir cómodamente sin trabajar.

No me imagino cómo, y eso que no soy pobre. Tengo un pequeñito patrimonio, antes de los sesenta años; quiere decir que no soy tarugo, diría Xóchitl Gálvez. No es tan grande ni tan veloz como el de Rocío Nahle, pero tengo dónde vivir. De hecho, 70 por ciento de los mexicanos vivimos en una vivienda propia o en proceso de pago, según el censo de 2020. Aunque estemos hipotecados hasta las orejas, o vivamos en la casa de los bisabuelos hacinados con tres docenas de primos, la mayoría de los mexicanos no somos tan tarugos.

Cómo le haría la doctora para rentar en la Ciudad de México sin trabajar, es una duda que me asalta, de manera terrible. Seguramente tendrá otros activos de capital. Tiene que haber otras rentas sobre activos propios que paguen su renta, dice mi golpeada mente de economista. El dinero de la abuela en Panamá igual y no es tan poquito.

La idea de vivir sin trabajar no es nueva. A Keynes se le ocurrió por ahí a mediados de los años treinta del siglo pasado. Su predicción (errada) fue que antes de terminar el siglo XX, la gente no necesitaría trabajar para vivir, debido al cambio tecnológico que sustituye al trabajo como factor en la producción, y lo sustituye con automatización.

Aún con inteligencia artificial y energía nuclear, los seres humanos tenemos que trabajar. Todos recibimos una dotación parecida de tiempo. No podemos usar ese tiempo y ser plenamente felices sin dinero para consumir bienes y servicios. Así que hace muchísimo sentido vender algunas de nuestras horas a cambio de dinero que nos compre satisfactores. Que pague la renta del departamento en Copilco y la mensualidad del Tsuru. Y claro, los tamales, que no son gratis, y el agua, que tampoco lo es, menos cuando la que sale de la llave tiene aceites. Trabajar ayuda a resolver los problemas de la vida.

Los revolucionarios cubanos cuando tomaron el poder de la isla en 1960 sabían que la gente tenía que trabajar. Hicieron todo tipo de campañas para que la gente cortara la caña, operara los ingenios azucareros. Claro, como la idea era transitar rápidamente al comunismo, no eran muy fuertes en teoría microeconómica ni en la psicología de la motivación individual, pero eso no importaba. Eso de los salarios les parecía antirrevolucionario y fifí. Eventualmente esclavizaron a toda su población. En la URSS estaba prohibido no trabajar. Era una conducta ilícita, antisocial. Difícil encontrar la motivación para hacerlo cuando el Estado te quiere resolver todas tus necesidades pero decide cuáles son tus necesidades, en lugar de pagarte por tu trabajo.

Marx y sus seguidores, al igual que otros economistas clásicos, como Ricardo y Smith, pensaban que el valor proviene del trabajo. De hecho, en alguna época de la humanidad así fue. No había capital, y entonces si querías una casa, tenías que hacértela; si querías comida, tenías que cazarla.

Sheinbaum debe pensar que todos viviremos de la renta petrolera. Lo cual sería factible, como en ciertos reinos árabes, excepto que aquí somos muchos, y la industria petrolera está en un estado lamentable. No nos da; pero sí nos cuesta.

Entonces seguramente pensará que viviremos de extorsionar a las grandes empresas que venden pan, cerveza, azúcar, coches, cemento, varilla, computadoras, y todo lo que hay hoy en México. Total, son puros negocios intensivos en capital.

Lo cual me devuelve a la idea, aunque me choque por perezoso que soy, que tendremos que trabajar para vivir. El país no podrá vivir de sacar petróleo de la tierra, aunque sea fácil, como dice el presidente López. Tampoco podremos vivir de extorsionar capitalistas porque se aburren de la extorsión y se van.

En México, el trabajo paga poco, por una razón muy simple: no hemos logrado enseñarle a la mayoría de la gente cosas prácticas que les sirvan para ganar mejor. Tampoco les hemos dado activos de capital que los hagan más productivos. Protegemos la propiedad de las casas pero no la de las máquinas, los coches, las industrias, la tierra agrícola, las patentes, las marcas, las calificaciones técnicas, los títulos profesionales. Creamos un sistema en donde nos gusta la vida buena, pero hacemos poco por la productividad del trabajo.

En lugar de andar teorizando con Keynes, la doctora Sheinbaum podría pensar en cómo integrarnos exitosamente al mundo. Comunistas en Vietnam, en China, lo han hecho; y no, no viven cómodamente sin trabajar.

Fuente: El Financiero