El Congreso de Sonora está cerrado. El Gobierno de Sonora está cerrado. Los gobiernos municipales son cerrados por naturaleza. El Poder Judicial… ni se diga.

Y por estar “cerrados” no me refiero a otra cosa sino a la actitud tradicional de ejercicio del poder: En lo oscurito, en reuniones extraoficiales, en pactos de negocios, cuchupos, con arreglitos en los que todos los involucrados “ganan” menos la población, con la mayor simulación posible en términos de transparencia.

Abrir Sonora significa empezar por abrir mentes, cambiar paradigmas de entendimiento de lo público (del Gobierno) por lo público (de todos). Transitar de la idea de ellos (gobernantes) y nosotros (gobernados) a la de responsables y corresponsables. Nutrir la idea de comunidad, pues.

En ese orden de ideas el dinero público es de todas y todos y no se gasta, se invierte. Como tal, todos debemos decidir a dónde se van nuestros impuestos, verificar y evaluar la calidad e impacto de esas inversiones.

Abrir Sonora tiene que ver con que quienes fueron contratados para una responsabilidad pública entiendan que no solamente hay millones de ojos observando su trabajo y desempeño, tal cual si se estuviese dentro de una caja de cristal, sino que dicha caja debe ser accesible para que quien así lo desee pueda participar de forma efectiva.

Es por ello que la actitud de ejercicio de poder debe ser no monopólica, sino compartida. Comunitaria.

En esa lógica, las sesiones públicas (cabildo o Congreso) son ya insuficientes, se debe transitar a sesiones de comisiones participativas e incluso reuniones de consulta permanentes (incluso en los distritos) para la misma elaboración de la agenda legislativa, presupuestos e incluso leyes.

En el Congreso federal -como ejemplo- se trabaja en una plataforma para “subir” iniciativas y que puedan ser comentadas, nutridas y debatidas Online por quien así lo desee. Legisladores, organizaciones, expertos y ciudadanos podrían debatir y argumentar los riesgos de cada párrafo de cada legislación. ¿Por qué no?

Al igual, publicar información en .pdf en los portales de Internet es algo más que antiguo y se debe pasar a los datos abiertos (en formatos abiertos) y permitir a la sociedad usar las bases de datos gubernamentales para coadyuvar en el entendimiento y la atención a distintos problemas sociales.

El mismo director del NHS británico nos comentó en Londres cómo haber hecho públicas sus bases de datos permitió que ciudadanos “ranquearan” las clínicas con mayor tasa de infección intrahospitalaria. “Estábamos matando a nuestros pacientes y que nos lo señalaran nos ayudó a resolverlo” -dijo.

Sumarse a la Alianza para Gobiernos Abiertos (OGP por sus siglas en inglés) le permite a cualquier Gobierno iniciar planes de acción para construir una agenda desde la sociedad y atenderla desde las tecnologías de la información y una amplia participación ciudadana. Le da sentido, orientación e impacto a lo que antes se limitaba a “escuchar” personalidades en múltiples y agotados consejos consultivos, modelo rebasado que solamente terminaba por legitimar acciones gubernamentales.

El Congreso puede hacer lo mismo. No bastan las sesiones públicas si dentro de su actuar se violenta el debido proceso legislativo de la manera más impune. ¿Cómo esperan nuestros legisladores que la sociedad viva en un Estado de Derecho y respete la legalidad si, quienes son los encargados de hacer las leyes violan toda previsión posible para no ser transparentes y legislar a nuestras espaldas?

De la misma forma, ¿Cómo podemos esperar certeza para locales y foráneos si nuestros tribunales son un monumento a la opacidad y la corrupción?

Abrir Sonora no es una idea utópica, es una posibilidad de interlocución y diálogo productivo en temas muy concretos. Así, el movimiento de ciudades abiertas ha cobrado mucha fuerza en el mundo. El Parlamento Abierto, también.

Por último, todos esos esfuerzos serían insuficientes si no hay una “sociedad abierta”. Debemos exigir gobiernos abiertos pero, por ninguna circunstancia, habrá que esperar que éstos promuevan el cambio social. Ese nos pertenece a nosotros y, desafortunadamente, poco se está haciendo para impulsarlo.

Fuente: En La Lupa