Fallamos. De nuevo fallamos todos: diputados, sociedad civil, academia, partidos políticos, funcionarios, comisionados del IFAI, y un largo etcétera. Hemos sido incapaces de nuevo de lograr un acuerdo que nos permita tener una ley de transparencia y acceso a la información renovada y mejorada. Y hemos dejado el terreno fértil a quienes ganan con la opacidad y la resistencia sorda.

Cierto, la falta mayor es responsabilidad de los diputados y diputadas que estuvieron cerca de un acuerdo, pero a quienes faltó el compromiso y la visión para concluir la tarea. Ello permitió que argumentos falaces retardaran los indispensables dictámenes. Sería fácil quedarse ahí. En realidad todos debemos asumir un poco de culpa, pues por omisión o por exceso de celo en ciertos temas, dejamos ir una oportunidad que difícilmente tendremos de nuevo en el futuro próximo. Veamos razones y balances.

El proyecto de reformas a la Ley aprobado por el Senado ciertamente es perfectible, pero en conjunto tiene avances muy importantes y necesarios. Enumero, entre otros, la obligación de publicar indicadores de gestión; la posibilidad de que el IFAI oblige a las dependencias a generar información inexistente; la introducción de la prueba de interés público para permitir que el IFAI desclasifique información confidencial; permite  el acceso a las cuentas bancarias y los fideicomisos públicos; precisa las causales de clasificación de información; mejora el diseño institucional de los comités de información y del IFAI; amplia las facultades de este Instituto; permite el uso de mecanismos de conciliación para resolver conflictos entre ciudadanos y autoridades; precisa que las resoluciones del IFAI son definitivas e inatacables, etc. Por si lo anterior fuera poco, la Ley se adiciona con un libro segundo que regula con precisión y detalle la protección de nuestros datos personales en manos de las autoridades federales, asunto que resulta crucial en tiempos de inseguridad y proyectos de cédulas de identidad.

Hay que recordar que el tránsito de esta Ley por el Senado no fue pacífico y que más bien se dieron importantes batallas, algunas públicas, otras en los pasillos. A pesar de ello hubo convicción y los legisladores asumieron su papel y tomaron decisiones. Hubo minuta y amplia votación a favor. En la Cámara de los Diputados la historia fue otra. Asuntos particulares, visiones maximalistas, resistencias institucionales, equilibrios de poder interno al interior del IFAI y la propia Cámara, todo se conjugó para que la discusión se empantanara en un limbo donde nadie quiso asumir la responsabilidad de conducir con liderazgo y visión una negociación que, aunque compleja, era posible si se admitía que para avanzar en el conjunto algo había que ceder. En ese marasmo –y aquí es donde me sumo con un mea culpa- nos faltó empujar, argumentar, mediar, pedir cuentas. Dejamos que el tiempo pasara y nos quedamos sin Ley y un vacío institucional que, me temo, mucho vamos a lamentar.