Por casualidad leo en el prólogo del famoso libro de Carlos Castaneda, Las enseñanzas de Don Juan, escrito por Octavio Paz, la frase de que “La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver.”

Y pienso que esa es la primera impresión que me da la loable “iniciativa ciudadana Ley 3de3”, que resulta ser una suerte de consecuencia del experimento iniciado, previo a las elecciones federales y locales concurrentes del año pasado, en la que se invitó a los candidatos a los diversos cargos en disputa, que realizaran tres declaraciones, en pos de un compromiso con la transparencia de su posible gestión pública; su declaración patrimonial, su declaración de intereses y su declaración fiscal. A lo que prosiguió la misma invitación pero ahora a los funcionarios públicos de elección popular ya en ejercicio. Los datos, cuantitativos únicamente, no son muy alentadores, pero ahí están para el análisis.

El caso es que la semana pasada, tal como se publicitó en la prensa “organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y representantes de la iniciativa privada” presentaron la iniciativa mencionada.

Llama la atención que la “iniciativa privada” esté interesada en combatir la corrupción y promover gobiernos honestos, puesto que si le escarbamos uno de los beneficiados de la corrupción son ellos, hablando en términos generales, pero si se nos apurara, bastaría mencionar al Grupo Higa o a OHL para seguir la trama y comprobar esto. Ya Regeneración, medio vinculado al lopezobradorismo ha publicado una editorial en este sentido que no puede desdeñarse.

Pero la suspicacia continúa cuando vemos en la propia página web de la iniciativa, que muchos, si es que no la mayoría de los puntos de entrega de los formatos con las firmas que se recabarían para presentar la iniciativa ciudadana de ley (se necesitan mínimo 120 mil) son oficinas de la iniciativa privada: la CONCANACO y la COPARMEX encabezando. Aunque también hay organizaciones de la sociedad civil, respetables, como Sonora Ciudadana que dirige Guillermo Noriega.

Bueno pero el caso es que, se dice que “se busca transformar la indignación social por la corrupción en un esfuerzo constructivo para forjar gobiernos más honestos”. Declaración que puede ser cuestionable al tomar tan a la ligera la idea de que hay una “indignación social por la corrupción”, cuando quizá lo que realmente vivimos es una increíble tolerancia a este cáncer político.

Por ello es que sus caricaturas denominadas “10 tipos de corrupción” se quedan en una lectura muy superficial de un tema tan complejo. Comentemos sólo la primera “Soborno. Póngase la del Puebla” llaman el cartón. La impresión que da el que un conductor de auto le diga al oficial de tránsito (“motoperros” les llama Patita de Perro, grupo de rock para niños originario de Puebla), a manera de respuesta a la información que le da por cometer una infracción vial, se supone; “écheme la mano oficial, ¿cómo nos arreglamos?”, es la de que quien corrompe es el ciudadano y no el funcionario público. Cuando la definición mínima, de diccionario, está clara en que corrupto es el funcionario (público y hasta privado) que se aprovecha de su cargo para sacar una ventaja en su propio beneficio.

Sin embargo, considero que lo realmente valioso puede estar en el proyecto de ley que han elaborado, denominado “Ley General de Responsabilidades Administrativas”, redactada por estudiosos conocedores de los temas de transparencia, como Eduardo Bohorquez de Transparencia Mexicana, Sergio López Ayllón y Mauricio Merino del CIDE o incluso Juan Pardinas Carpizo del IMCO (dónde, entiendo, surge la idea 3de3)

Documento que consiste en una exposición de motivos (42 cuartillas) y el proyecto de la ley mencionada compuesto de nueve grandes apartados a manera de “Títulos”, propios de una ley en la materia y de la que me llama la atención el último apartado denominado “De los instrumentos de la rendición de cuentas”. Pienso que la posibilidad de que los ciudadanos a través de leyes como esta puedan ejercer su capacidad de castigo (enforcement) a los funcionarios corruptos depende de qué tanto la información sobre los ellos sea la apropiada (no mucha luz, no mucha sombra, recomienda Paz) y suficiente para decidir su rechazo a los mismos.

Entonces el priismo hankista, como cultura política sustentada en máximas como esas de que “un político pobre es un pobre político” o “que el que no tranza no avanza”, quizá empiece a mermar no sólo en nuestros partidos políticos, sino en la sociedad toda.

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